Cabalga tranquila la equitación en Yucatán
La magia de este deporte es la colaboración entre humano y animal
William Sierra/MÉRIDA
Pionera de la equitación en Yucatán, Joan Andrews expresa su satisfacción de que, después de muchos años de trabajo y esfuerzo, ya se estén cosechando los frutos sembrados en esta disciplina, con más de 200 jinetes en la entidad y caballos que saltan 1.45 metros.
Cerca de los 90 años, pero fuerte como una amazona, no deja de expresar el gran cariño que le tiene a los caballos, a los que considera uno de los animales más nobles, y con los que disfruta estar; incluso aún monta, siempre y cuando no se atreva a saltar, porque su hija Wiggie se enoja, pues teme que sufra una lesión.
“Qué más puedo decir, estoy contenta de que aquí en Yucatán tengamos muchos clubes, todos con caballos de calidad y cada vez más y más gente que está enamorada de este deporte”, expresa doña Joan.
De pausado hablar y con un peculiar acento por ser originaria de Estados Unidos, no dudó en señalar que la magia de esta disciplina es la colaboración entre un humano y un animal hasta el punto en que ambos logran una interconexión en la que hay total confianza.
“No es nada más entrenamiento en la pista, la relación va más allá. Hay que cuidarlo, premiarlo con alguna zanahoria, siempre darle mucho cariño. Por el contrario, si te dedicas a castigar, golpear porque no salió bien algo, lo siente y no habrá buen resultado”, comenta.
“Me gusta mucho ver a tantos niños en la equitación, pues están aprendiendo el cariño a los animales”, abunda, tras manifestar que le agradaría algún día ver a alguno de ellos en una olimpiada.
De buen carácter, siempre sonriente, no duda en afirmar que su vida son los caballos, en lo que es un cariño compartido, con frecuencia se los demuestra dándoles a morder zanahorias, y éstos le devuelven el mimo acercándosele a ella.
Entrevistada en el Club Hípico del Sureste, donde compitieron su nieta Tatiana y su yerno Christhoper Holder, recuerda que son muchos los caballos que ha tenido, y los ha querido a todos, aunque guarda especial recuerdo de uno de los primeros, un pura sangre, utilizado para carreras en Florida, por lo que tuvo que “convertirlo” en uno para saltos.
“Se llamaba ‘hermosa’. Fue difícil, pero al final formamos una gran amistad, aprendiendo los dos. Estuvo conmigo más de 20 años”, recuerda Joan, quien junto con otros cinco jinetes formaron el primer club de equitación en Mérida hace ya más de 40 años.