'El pelachinas', invento yucateco de fama mundial

El legado de Rubén Flores Pérez no se limita a una creación, también diseñó una encorchadora metálica.

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La familia continuará con el legado: en los próximos días comenzarán con su servicio de reparación y venta de filos para las máquinas de pelar naranjas marca “Rubén Flores”. (Foto: Milenio Novedades)
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Mérida, Yuc.- Rubén Flores Pérez, oriundo de la ciudad y puerto de Progreso de Castro, y un gran tornero de piezas milimétricas, pasará a la historia por un invento yucateco de fama mundial: el “pelachinas”.

Este yucateco escribió una de las historias locales al simplificar la máquina para pelar naranjas. En otros lados del orbe ya había máquinas peladoras, pero más grandes y pesadas. El yucateco inventó un modelo sencillo, portátil, que hasta el siglo pasado acompañaba los triciclos cargados de toronjas, mandarinas y naranja dulce.

El legado de Rubén, quien tras breve dolencia falleció el pasado martes 22 de agosto a los 97 años de edad, no se limitó a un invento.

También diseñó una encorchadora metálica de hilo de oro y un exprimidor de naranjas, que alcanza tal fuerza que también tritura cocos.

El prototipo yucateco de “pelachinas” consistía en adecuarle barras y resortes en vez de engranes al equipo. Luego de unos meses de prueba y error, común en el afán de mejorar su invento, logró el modelo final: prácticos artefactos con un peso de tan sólo 2.50 kg.

Patentizada, la máquina yucateca lleva al frente el nombre de su inventor: “Rubén Flores”, así como el lugar: Mérida, Yucatán, “Bazar de fierros”. En su costado izquierdo sobresale un relieve del castillo de Chichén Itzá que cita: “se ve el equinoccio en marzo y septiembre”.

En la entidad, esos “pelachinas” representaron el sustento diario de decenas de familias yucatecas: no faltaban los vendedores de naranjas, a la hora de la salida en las escuelas, sobre todo en la temporada.

Rubén Flores Pérez, inventor yucateco de la máquina “pelachinas”/pelanaranjas/monda naranjas y del extractor industrial de jugo de naranjas vertical. (Foto: MIlenio Novedades)

El invento yucateco pronto brincó las fronteras nacionales e internacionales. Llegó a venderse en Francia, Alemania, España, Italia y en otros países de Europa, así como en Argentina, Chile, Cuba, Costa Rica y en otras naciones no conocidas por la familia Flores, ya que los turistas que venían a Mérida se llevaban su máquina “pelachinas”, que se vendían en el desaparecido Bazar de fierros, de la calle 67 entre 58 y 60, a sus países.

Ese invento, al igual que la guayabera, la trova, la miel y el chile habanero, se convirtió en un referente mundial de la cultura yucateca, artículos que cada vez más turistas buscan en su andar por estas tierras.

El asombro que despierta el “pelachinas” en los visitantes se ve en los rostros. Las miradas fijas, pasmadas mientras la cáscara de la naranja es retirada en forma de serpiente, con corte preciso, milimétrico.

Con los años, Rubén Flores también inventó una encorchadora de hilo de oro y perfeccionó un modelo industrial de exprimidor de naranjas, accionada por un motor de un cuarto de caballo de fuerza, que tiene como base una piña de bronce, sobre acero inoxidable en forma horizontal. Como indicamos antes, la fuerza de ese invento es capaz de triturar hasta los cocos. A esta interesantísima lista podemos agregarle que tuvo también el mérito de ser uno de los fundadores del hoy desaparecido Bazar de fierros.

Rubén Flores Ayora hijo relató que en un principio el invento de su padre costaba 50 pesos, luego a 75 pesos, hasta alcanzar los 750 pesos. Hace cinco años, ya se cotizaba en el mercado en mil 200 pesos.

“Sin embargo, debido a la avanzada edad de mi padre, se canceló la producción”, relató.

“Mi papá le enseñó a cada uno de mis hermanos una parte de la máquina. Es el secreto familiar: para armar una máquina nos necesitamos reunir todos… Mi papá pensó siempre en el futuro, que el fruto de su invento fuera motivo de unión de los hermanos Flores Ayora, añadió.
Indicó que su padre fue un hombre muy inquieto, que pensaba en los demás antes que en él, “creo que el invento nació de su dolor al ver a su madre, mi abuela Ángela Pérez, cortarse el dedo al pelar naranjas con un cuchillo”, relató. 

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