Humanas jaurías
Aída López: Humanas jaurías
El micropoder es un tipo de poder que se encuentra en todos los ámbitos de la sociedad,
pero de manera silenciosa y casi imperceptible.
Michel Foucault
En el reciente libro de cuentos de Adrián Curiel Rivera, Humanas jaurías (Lectorum, 2024), el orden de las palabras en el título sí altera el producto, pues nos lleva a reflexionar acerca de nuestra naturaleza, esos lapsos cuando la humanidad deja de serlo para comportarse como un verdadero conglomerado de perros que persigue a su presa, tanto en la sociedad como en el hogar, ya sea de manera explícita o, en el peor de los casos, velada.
El libro integrado con cinco relatos tiene como hilo conductor la presencia de perros a veces como protagonistas y en otras en franca contaminación auditiva.
Como muestra de su narrativa está el cuento con el que inicia: “Día franco”, en el cual es el perro quien nos conduce al centro mismo del conflicto: la homofobia de un padre quien justifica su alcoholismo al no soportar que, en su “mundo de machos bragados, de astucia, de musculatura cerebral”, tuviera un hijo homosexual. La mascota que le regala su pareja es un paliativo para sobrellevar las recaídas de su padre por “la lepra líquida del etanol”. El final trágico del cuento sucede tras una cadena de acontecimientos, cuando creyó que en su día de descanso por simple ley matemática era prácticamente imposible que ocurriera otro accidente.
En “Salida número catorce”, un padre de familia inmerso en “el lastre compartido del matrimonio”, antes de salir para llevar a sus hijos a la escuela, repara en el comportamiento nervioso (aparentemente sin motivos) de su pareja perros: Collins, joven y de raza y Lady Recogida, veterana y cruza de mil razas.
Al abrir el portón encuentra entre siete y ocho perros echados en la fachada de enfrente presagio de la invasión canina que obligará a las autoridades a decretar toque de queda e instalar un cerco sanitario. Este relato distópico con final abierto frustra (momentáneamente) la infidelidad del hombre gestada una noche anterior, pues debe huir hacia la salida número catorce para reunirse con su esposa y sus hijos.
Otra frustración es la del protagonista de “Influyente”, cuyo deseo secreto es ser un afamado escritor y a quien el perro blanco y obeso de la casa de enfrente le ladra cada vez que lo ve salir, lo que interpreta como un eslabón más de sus infortunios.
Su esposa y su hijo recién nacido son insuficientes para la felicidad. Incapaz de conciliar el sueño enciende la televisión de la sala cuyo colofón a sus desgracias cotidianas es la transmisión de la entrevista de un reconocido escritor de su mismo país a quien trae entre cejas por su relumbrón en el mundo literario.
“Te extraño bestia” y “Un anciano en la azotea”, cierran las historias donde los perros forman parte del universo de sus protagonistas quienes, a fuerza de la convivencia, elegida o involuntaria, terminan “perrunizando” sus conductas al emerger los instintos.