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Hurgando en la Cuenta Pública 2018, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) encontró que ese último año del gobierno de Peña Nieto, se pagó a casi 25 mil personas pensionadas o jubiladas del IMSSS, Issste, Pemex e Issfam, la Pensión para Adultos Mayores, que no les correspondía.

El pago fue indebido porque, según las reglas de operación, solo deberían tener acceso a ese programa social (1,092.00 pesos bimestrales) quienes no recibieran alguna pensión de otro organismo público. El daño al erario fue de 107.4 millones de pesos.

La ASF dijo que las irregularidades se debieron principalmente a la falta de control y supervisión; lo cierto es que no se detectó que se pagó a 16,990 personas pensionadas del IMSS, a 5,586 del Issste, 130 de Pemex y 2,153 del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas (Issfam).

Es sabido que los programas sociales son ideales para el desvío de recursos, ya sea por los ejecutores o por quienes “viven” de esos apoyos, que son considerados clientelares de los gobiernos en turno.

Si el auditor superior, David Colmenares, o la polémica secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, revisan con imparcialidad la Cuenta Pública 2019 (aún es temprano) seguramente encontrarán un cúmulo de anomalías en el ahora Programa para el Bienestar de los Adultos Mayores, que con AMLO repartió 2,550 pesos bimestrales y que este año, según dijo, aumentará a 2,620 pesos, por la inflación.

Hasta el mes de septiembre pasado, la Secretaría de Bienestar tenía un padrón de ocho millones 38 mil 469 adultos mayores de 68 años que ya reciben este apoyo. De hecho, AMLO envió, en noviembre de 2019, una iniciativa al Congreso de la Unión para que este beneficio (igual que las becas escolares) quede integrado a la Constitución.

Este multimillonario reparto, cuestionado porque carece de reglas de operación, representará un gasto de cerca de 130 mil millones de pesos este año, según cifras del propio gobierno de la 4T. Si el espíritu de este esquema es “primero los pobres”, entonces no se entiende por qué hay mucha gente adulta mayor que, sin pensión y a veces hasta sin empleo, no recibe ese apoyo y sí, por ejemplo, pensionados o jubilados bien remunerados.

Citemos dos casos: Pemex y el Issfam. En la primera dependencia, es sabido que reciben jugosas pensiones (algunos hasta gasolina de por vida); en el Issfam, los militares (salvo algunos de tropa) perciben haberes de retiro digamos decorosos, no obstante, hasta generales y almirantes fueron beneficiados con los 2,620 pesos cada bimestre el año pasado, el gasto fue de 14 millones 207,700 pesos.

Por supuesto que todos queremos incrementar nuestras pensiones o jubilaciones, pero primero debe otorgarse ese “extra” a los menos favorecidos, ahora sí que “a quienes realmente lo necesiten”, y ya después, como dicen los jefes militares, “si alcanzare”, a los que reciben exiguas pensiones, porque pedir a los más favorecidos que rechacen esos 2,620 pesos es pedirle peras al olmo.

Anexo “1”

“No son dádivas”

En septiembre del año pasado, el presidente López Obrador dijo que la entrega de pensiones a adultos mayores no es una dádiva, sino un derecho, una recompensa a quienes han contribuido al desarrollo de México y merecen vivir con un poco de holgura en el último tramo de su larga existencia.

“La pensión los vuelve más independientes; tiene que ver con el bienestar material y del almas”, expresó el mandatario en su conferencia matutina, acerca de éste que es uno de sus programas bandera, que confirma su genuino interés por los más pobres.

Yel pasado mes de enero, en rueda de prensa desde Palacio Nacional, contó una anécdota de su padre Andrés López Ramón: “Mi padre, mi familia tenía un restaurante y tenía trabajadores inscritos al Seguro Social, mi padre estaba inscrito en el Seguro Social, y por eso su pensión, le daba mucho gusto cuando llegaba su pensión. De ahí me inspire para lo de la pensión de los adultos mayores, de una experiencia familiar, porque cuando le llegaba su pensión se ponía muy contento”.

Todos debemos ponernos contentos al recibir nuestra pensión, más si ésta nos provee lo suficiente para vivir con dignidad y tranquilidad al lado de nuestras familias.

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