La existencia en un instante
El Poder de la Pluma.
Existen momentos en los que pareciera ser posible englobar todo cuanto hemos visto y sentido. Basta una mirada ausente dirigida a ningún punto en particular, y un mecanismo automático mental que lleva el pensamiento de un lado a otro sin importar el orden o el tiempo. Ahí existimos, en el instante en el cual dejamos de hacer un esfuerzo por estar presentes y simplemente permitimos que la mente ande y llegue a donde quiera. ¿Pensamientos nostálgicos? Puede ser.
Es bien sabido que si la vista se torna vacía es porque el corazón melancólico está tomando el control del pensamiento. No nos confundamos, la melancolía puede venir acompañada de tonos enojados, alegres o esperanzadores; así es el arte de recordar.
En “Estudio de una manzana roja a la luz de una manzana verde”, del autor puertorriqueño Edgardo Nieves Mieles, estamos ante un cuento largo que no solamente expone una escritura magistral, sino que también nos acerca hacia una realidad que no desconocemos: el cambio, el paso del tiempo, y la urbanización física y humana.
La historia transcurre solamente en un día, por lo que resulta fácil quedarse atrapado en una serie de pensamientos que fluyen desde la mente de un personaje masculino cuyo nombre no conocemos. Lo que sí sabemos de él es que está triste. Es el cumpleaños número quince de su único hijo y con esa edad vienen ciertos pesos sociales que un pequeño hombrecito debe asumir, si no es que ya lo había hecho antes.
Desde su vivienda pueden observar cómo el pueblo va perdiendo cada vez más árboles para llenarse de monstruos de cemento que posteriormente serán centros comerciales. El hombre, quien inferimos trabajó antes en esas construcciones, cede ahora su instrumento de trabajo para que su hijo continúe la labor. Una labor que definitivamente va en contra de todo cuanto creen y protegen en Puerto Rico, pero que poco pueden hacer para evitarla.
¿Cómo se siente nostalgia por algo que no podemos cambiar o detener? A nuestro personaje le pesa el alma porque se descubre parte de un sistema que destruye y mata con fines productivos, y en sus ojos proyecta esa tristeza al ver a su hijo caminando por el mismo e inevitable camino.
Supongo que las creencias pesan más cuando no tenemos otra opción que seguir el camino de los demás, cuando nos descubrimos ya inmersos en un mundo en el que ocurren tantas cosas al mismo tiempo y todo en conjunto resulta abrumador. Es así que surgen las pausas; las miradas vacías.