Las miserias en la trilogía de vida

Columna de Aída López: Las miserias en la trilogía de vida

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En “El reino de la desesperanza” (Lectorum, 2024) todo puede suceder. En medio de la dicha o la cotidianeidad es posible que emerjan demonios que nos enfrenten a la oscuridad del ser humano, esa que quizá desconocemos, pero que Carlos Martín Briceño nos la revela en dieciséis relatos compilados en un corpus dividido en tres libros: “Los territorios de la pubertad”, “A merced del desengaño” y “Lo que no se dice del ocaso”.

Tres etapas de la vida que suponen retos para quienes llegan a la vejez después de superar las dos primeras.

En el mejor de los mundos posibles, en el lugar más seguro y con las personas más cercanas y queridas, pueden desencadenarse venganzas, filias, enfermedades, infidelidades, inmoralidades, excesos que vulneran la aparente calma como la “Caballeriza” de la abuela donde un primo abusa del otro, o la escuela en la que un niño es bulleado por uno de sus compañeros abordado en “Desagravio”.

En esos momentos el reino se vuelve de nadie y el más poderoso encontrará placer maltratando o torturando al débil.

Pero la edad adulta también tiene sus desafíos y para Martín Briceño la difícil convivencia en pareja sigue siendo un tema recurrente en su narrativa, ya que esta no escapa de traiciones como en “Día de asueto”, egoísmos, venganzas y celos, pero también es el momento en el que se toma conciencia de la vejez y los temores a la dependencia en la que no siempre se sale bienlibrado como en “Hidden Valley Lake”. 

Las tinieblas de la vejez rondan en decrepitud, abandono y como colofón, la muerte. Martín Briceño no vislumbra esperanza en esta última etapa, sino todo lo contrario, pues a veces el sosiego se encuentra en personas desconocidas como en “La amabilidad de los extraños”, en lugar de la propia familia como le sucede a la protagonista de “Usheret”.

Asimismo, nos recuerda que la belleza es efímera en “Miss México 74”. Aborda el tema de la muerte con el fallecimiento del padre del protagonista de “El adiós”, pues al final todos nos volveremos cenizas.

¿Qué es lo que queda cuando se instala la desesperanza si la esperanza es lo último que muere? Las historias de “El reino de la desesperanza” nos revelan cómo lo resolvieron los protagonistas.

En ocasiones aceptándolo, conformándose, vengándose o simplemente dejando que la justicia divina se cobre los agravios.

El libro es fuerte, realista, provocador, no hay forma de no sentirse indignando, molesto, pero a la vez impotente por no poder intervenir.

La complicidad incómoda nos lleva a reflexionar las veces que hemos lindado esos bordes, a veces como víctimas, otras como victimarios, porque los patrones se repiten y se perpetúan cuando no se toma conciencia para romper la cadena.

Carlos Martín Briceño en su etapa madura de vida y de escritor nos confronta sin cortapisas a esta lectura sin precedentes bajo nuestro propio riesgo.

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