Simbiosis materna
Columna de David R. Ojeda Correa: Simbiosis materna
Hace unas cuantas semanas nuestro bebé dijo su primera palabra que, para sorpresa de mi esposa y orgullo mío, fue papá. Al principio no me la creía, pensé que era un balbuceo sin querer, hasta que lo hizo directamente para llamar mi atención llenando mi día de mucha dicha.
A menudo escucho pláticas entre mujeres quejándose de que cargaron nueve meses al bebé, sufrieron un chorro por amor y sacrificaron su cuerpo para que como colmo, la primera palabra no sea mamá, sin embargo, esto tiene una importante explicación psicológica: la simbiosis. En Biología llamamos simbiosis a la necesidad que tiene un organismo de otro para poder subsistir en conjunto.
Margaret Mahler, una prestigiosa pediatra psicoanalista fallecida en el 85, se centró mucho en este hecho que, además de fisiológico, permite un desarrollo intelectual en el neonato. La simbiosis madre e hijo se da desde el nacimiento, cuando al bebé se le coloca en el pecho descubierto de la mamá para darle calor, pero, a su vez, generando una descarga de oxitocina, la hormona del amor, la que produce ese enlace madre e hijo.
A partir de ese momento, para el bebé, su mamá se vuelve parte de él, haciendo que no pueda considerar la separación como algo posible, para él son uno mismo. Por lo anterior, es que resulta poco probable que el bebé diga como primera palabra mamá, ya que la visualiza hermosamente, pero también psicológicamente hablando, como parte de él.
Usualmente, la primera palabra del bebé será lo que él asocia como algo externo y que, además, le tenga cierto apego. Por eso también podría resultar preocupante que su primera palabra sea cama, agua u otro sustantivo en lugar de papá, pues después de la madre, el padre debe de ocupar el lugar más importante para el desarrollo mental.
Dicha simbiosis puede también convertirse en algo patológico, cuando se prolonga más de lo necesario, como en el síndrome de psicosis simbiótica. Mahler la describe como la regresión de la madre o el hijo a la simbiosis natural, donde, aún siendo mayor el hijo, uno de los dos dependa completamente del otro, dando como resultado la famosa “hijitis” o “mamitis” que tanto vemos en adultos y que dañan las relaciones matrimoniales cuando no se detectan y se tratan.
¿Qué sigue ahora con mi bebé? Pues disfrutar de escucharlo diciendo papá, dando todo mi amor y el mayor tiempo posible, así, su palabra, en un futuro no lejano, adquirirá un significado todavía más profundo del que ahora tiene.