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Hace unos ayeres, que serán, como cerca de 10 años, culminé dolorosamente con una relación, lo que llevó a mis amigos a motivarme en abrir de nuevo los ojos al mundo y conocer gente, para ello, me insistieron en descargar una aplicación llamada Tinder que en ese tiempo no era tan “famosa” como lo es ahora.

Resulta que, en esta aplicación del celular, mirabas imágenes de personas cerca de ti y, si te
gustaban, le dabas like. Si a la otra persona también le gustabas y te daba like, se te abría la posibilidad de platicar por mensaje privado.

Resulta que me topé con una chava guapísima, con unos ojos coquetos, unas pestañas gigantes y
una sonrisa matadora marcada por sus misteriosos hoyuelos. Sin chistar le di like resultando que, para mi sorpresa, ella también me lo había dado y tenía en ese momento la oportunidad de empezar a hablar en privado.

Platicamos toda la tarde y toda la noche, la sonrisa era imborrable de mi rostro. Cuando digo
toda la noche es toda, no pegamos el ojo con tan buena charla. Quedamos entonces en salir a tomar un café. 

Con muchos nervios pasé a buscarla a su casa tras haberme puesto la mejor loción, la ropa que mejor me quedaba y el corte de barba que mejor se me veía. Subió temblorosa y sonriente al vehículo, no dejaba de mover su pie como señal de miedo y de los nervios que tenía, pues resulta que era la primera vez que salía con una persona que no conocía. Miraba el celular una y otra vez, reía a todo lo que le decía. 

Ya luego supe que era porque una amiga la estaba cuidando a la distancia.

Esa tarde fue espectacular, platicamos abiertamente, me sentí como un pez en el agua, saqué mis
mejores dotes de conquista, le hice algunos efectos de magia, sonreí como nunca, conté mis mejores chistes y mis más elegantes y presumidas anécdotas.

Nos despedimos. Llegué a mi casa con el corazón bombeando de energía, feliz por lo vivido e ilusionado por lo que pensaba que iba a vivir y al querer contactarla nuevamente por WhatsApp para darle las buenas noches, me percaté que me había bloqueado y ya luego supe que le caí muy mal.

¡No podía quedarme así! Al día siguiente con insistencia la busqué por otros medios logrando convencerla de una segunda salida donde simplemente sería yo, le mostraría mi lado verdadero, no el de conquista sino el honesto y fue ahí donde Dios me dio una mano generando un lazo inigualable de una amistad que no se ha acabado, de una amiga que un día como el de ayer, 18 de marzo, pero del 2016, justamente para no fallar, en el día de su cumpleaños, le
pedí que fuera mi novia haciendo así que la conquista culminará como la mejor de todas, una conquista que hace poquito más de dos años se volvió eterna con el sí acepto.

Un ligue que de Tinder pasó a volverse mi mejor amiga, mi novia, luego mi esposa, la mamá de
mi hijo, el amor de mi vida y el diamante que hace brillar mi alma.

Una conquista mucho mayor que cualquier cuento, que cualquier victoria de alguna épica batalla.

Logré una conquista donde sin darme cuenta yo fui el conquistado, el enamorado, el loco por ella.

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