Una preguntita

Pedir opiniones profesionales, buscando que sea gratis o más fácil, aunque sea incómodo para el profesional, resulta la burla más grande de la amistad y el demérito más grosero del esfuerzo de otra persona.

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Todos somos valiosos por el hecho de ser personas, todos jugamos un papel fundamental para la vida de otros y cambiamos para bien o mal el mundo que nos rodea. Nuestros objetivos se vuelven facilitadores o perjudiciales para otros, dependiendo de la forma en la que miras a tus amigos.

Las perjudiciales son aquellas personas que pueden estorbar en tus metas o pueden hacerte sentir incómodo, mientras que los facilitadores están para sumar un beneficio a nuestro objetivo, pero aprovecharnos de ellos puede verse como una devaluación de sus méritos y esfuerzo, por lo tanto, es muy importante saber cómo comunicarnos para no convertirnos en el perjudicial de quién podría ser nuestro facilitador.

Vayamos a un ejemplo: resulta que desde que me gradué de medicina o quizá un poco antes, empecé a recibir un excedente de mensajes de WhatsApp de amigos y familiares buscando hacerme una “preguntita”. ¡Ojo!, no una consulta, una pregunta o al menos eso creen, pues algunos suponen que una orientación médica no es lo mismo y que la recomendación de un medicamento no es el culmen de tantos años de carrera.

A casi todas estas personas les he buscado responder de la forma más respetuosa y alegre, pues es un honor inigualable obtener su confianza, sin embargo, resulta decepcionante cómo de repente aparecen personas con las que hace años no hablabas únicamente porque quieren saber qué medicina tomar, lo que dicen sus estudios de laboratorio, desean una receta y no quieren pagar una consulta ¡Ah, pero eso sí!, pueden salir de antro y gastarse 500 pesos en alcohol o ir al salón de belleza a pagar 1,000 en keratina y 300 en sus uñas.

Lo anterior no ocurre únicamente en el área de la salud, resulta muy frecuente en reuniones que los “vivos” tratan de sacarte información o adquirir gratis algún producto; lo he visto con mi papá, a quien muchas veces lo han perseguido conocidos para que les indique cómo debería estar acomodada su sala y qué colores debería usar, le preguntan en qué parte de la casa podrían poner un cuarto nuevo e incluso le han pedido el “favor” de diseñar una casa; él es arquitecto.

Con esto no trato de decir que no busquemos ayuda de nuestros conocidos, solamente hay que saber qué y cómo preguntar. Pedir opiniones profesionales, buscando que sea gratis o más fácil, aunque sea incómodo para el profesional, resulta la burla más grande de la amistad y el demérito más grosero del esfuerzo de otra persona.

Es muy probable que si alguien se siente acorralado por tus preguntas, pueda responder sin mucha gana, o se enoje y no conteste. Para evitar estás incómodas situaciones no hagamos preguntas profesionales durante la comida o en reuniones sociales, podríamos mejorar la comunicación si acudimos al despacho, consultorio, etc., de nuestro facilitador y, estando en el lugar de trabajo, obtengas sin pago y de buena gana la información que deseabas.

Las cosas hay que hacerlas como deben ser hechas; aunque claro, existen mágicas excepciones a la regla.

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