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Cuando se acerca el Día de Muertos casi todos los habitantes de la Península de Yucatán se preparan para elaborar la ofrenda a sus difuntos. Esto incluye el altar, la limpieza de la casa y los guisos especiales de estos días. Surgen, en las conversaciones, relatos propios para estos tiempos. Víctor Ku, habitante de Valladolid, Yucatán, y corresponsal de un diario local, publicó una de esas aterradoras narraciones.

Víctor dice que cerca de la carretera federal Valladolid-Felipe Carrillo Puerto, hay muchas crónicas de misterio y que se cuentan especialmente cuando se acerca el período de la conmemoración del Día de Muertos, del 31 de octubre al 2 de noviembre. La duración del recorrido en automóvil por la vía mencionada es aproximadamente de dos horas y el tránsito es escaso por las noches debido a que la vía pasa por pocas comunidades. Entre las anécdotas que se narran, hay una que contó el taxista Luis Mis Tun, producto de una experiencia que tuvo cuando una vez le tocó recorrer ese camino en su taxi.

Eran los últimos días del mes de octubre y ya estaba entrando la noche, cuando partió con algunos pasajeros de la ciudad de Chetumal hacia la población de Carrillo Puerto. Al llegar a su primer destino todos descendieron y pensó que tendría que continuar la ruta solo. A él no le resultaba raro, porque en otras ocasiones había viajado sin compañía. Muy confiado, continuó su retorno hacia Valladolid y así avanzó varios kilómetros, hasta llegar al límite con el estado de Yucatán. Todo marchaba bien, pero en este punto vio a una mujer a un lado de la vía, quien hizo señas para que parara.

Le extrañó un poco que una señora estuviera sola a esa hora en la carretera, pero detuvo el auto para que la dama subiera al taxi. Ella se sentó en la parte trasera del vehículo. Después de darle el saludo, le preguntó hacia dónde se dirigía. La misteriosa mujer dijo que iba a un paraje cercano a Chichimilá, cerca de Valladolid. Luis emprendió la marcha hacia aquel lugar.

Continuó el camino y casi al llegar al destino, el taxista escuchó la voz de su pasajera que le dijo: “Aquí me bajo”. El hombre, al levantar la vista, no pudo creer lo que observó en el espejo retrovisor: en vez del rostro, le pareció ver la imagen de un cráneo humano muy blanco. Obviamente se aterrorizó, pero acostumbrado a dar un buen servicio, detuvo el vehículo, rápidamente se bajó y fue abrirle la portezuela sin mirarle directamente a la cara. Cuando aquella mujer descendió del taxi le dijo con una voz muy baja: “Gracias, hace tiempo que quería llegar a casa, me esperan para comer juntos”. Instantes después la pavorosa entidad se desvaneció en la oscuridad de la noche.

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