La pasión en el camino de la “Suave Patria”
Aída López: La pasión en el camino de la “Suave Patria”
En los años escolares todos leímos, cuando menos, un fragmento de “Suave Patria”, poema que cumple cien años en la vida nacional y coincide con la muerte de su autor, Ramón López Velarde, quien a la víspera corregía los versos que serían divulgados en el tercer número de la revista donde trabajaba como redactor: “El maestro” (1 de junio de 1921). La edición, enfocada al centenario de la consumación de la independencia, fue oportuna para el rector de la Universidad Nacional, José Vasconcelos, de publicar el poema de largo aliento; deseaba transmitir el espíritu nacionalista después de años de luchas armadas. El poema lograría la identidad colectiva.
López Velarde murió asfixiado por un mal respiratorio a los 33 años, tal como se lo había vaticinado una gitana que leyó su mano: dos semanas después de la impresión de la revista y antes de que viera la luz pública su “Suave Patria”. El infortunio impidió al poeta conocer la opinión de los intelectuales de su tiempo, la cual no cesa un siglo desde su primera publicación.
Los críticos literarios coinciden en el oscurantismo de las metáforas aún indescifrables. Llama la atención que en diversos libros del texto, se pongan fragmentos del poema y se pida a los alumnos –niños y/o adolescentes-, que escriban su interpretación y sentimientos al leerlos, cuando ni los expertos entienden de qué se tratan algunas estrofas.
Octavio Paz, en su ensayo: “El camino de la pasión: Ramón López Velarde” (2001), hace una crítica implacable, cuestiona toda la obra del poeta zacatecano y en especial “Suave Patria”, así como el estilo de su escritura, sin concluir si es un poeta católico, erótico, de la muerte o de la Revolución. Advierte: “La seducción que ejerce sobre nosotros ese poema no debe cerrarnos los ojos ante ciertos lunares y flaquezas”.
Comienza calificando como un “engaño piadoso” el mismo título, debido a que ni la historia, ni la geografía y mucho menos la personalidad del mexicano, es blando. Al respecto escribe: “Aborrecía los tambores y las trompetas: quiso escribir al margen de la historia, un poema en voluntario tono menor”. Continúa refiriéndose a los versos como “inútilmente complicados y aun grotescos (la hora actual con su vientre de coco… desde el vergel de tu peinado denso…la noche que asusta a la rana…)”. Otros los define como inexactos, ripiosos, mal acentuados, retóricos, tiesos, donde abundan “felices combinaciones verbales”. Música desentonada, pero cautivadora; tolerante a las complicidades sentimentales, no a las ideológicas: “la patria no es una realidad histórica o política sino íntima”.
Paz es un referente en el género, su juicio nos provoca y convoca a la relectura del poema para entablar un nuevo diálogo, debido a que “son distintas las aguas que cubren a los que entran al mismo río”; tampoco los que ahora entramos somos los mismos de antaño.