La paz barata

Al principio parece que el problema se resolvió pero poco a poco resurge.

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Aprovechando que estamos en la semana de la paz, viene bien hablar del tema que arroja una de las magias más asombrosas de todas, pero no la que trae una verdad absoluta, pues, por desgracia, pese a que muchos la busquemos no resulta del agrado de todos.

Existen personas cuya felicidad se encuentra en el disturbio, en las riñas y desacuerdos y prefieren un planeta en donde ellos tengan la razón y los demás no.

Por culpa de estas personas se crea la paz barata, donde el cinismo, la “política” y las falsas sonrisas aparecen.

La paz barata no es en realidad esa que buscamos con diálogos pacifistas llenos de magia y amor, sino aquella que nos otorgan ciertas personas o instituciones para hacernos pensar que los problemas ya han pasado y que las peleas se han terminado, aunque la raíz de la situación no ha sido vencida.

A veces esta paz barata se disfraza de un perdón que viene acompañado de un rencor que no se acaba, como pasa en algunas parejas que se reconcilian tras una infidelidad; al principio parece que el problema se resolvió pero poco a poco resurge.

Esta misma paz barata aparece en el gobierno, cuando nos otorga las facultades para establecernos en una zona de confort mientras usa la psicología y la mercadotecnia para mantenernos felices o pendientes de una diferente situación. A final de cuentas hay tranquilidad momentánea, pero el problema no ha sido arrancado de raíz.

La paz, hablando con generalidad, es difícil de alcanzar, cada persona desea desde su propio mundo una forma de paz diferente. Decía Diego Luna que para tener paz hay que aprobar el matrimonio de personas del mismo género, es cierto: para quienes combaten por alcanzar esa ley ganarla sería encontrar la paz; pero para los que están en contra no lo sería. Ocurre también de manera inversa.

Busquemos otro ejemplo más abrupto: los narcotraficantes, para ellos la paz es que la policía no los moleste, pero para el resto de la gente, que no consume drogas ni las vende, la paz es que atrapen a aquéllos.

Por tanto, la paz resulta ser un término subjetivo que únicamente se comprende con educación, civismo y ética. Para alcanzarla y no de manera barata es imperante legislar basados en el bien común mayoritario, en donde los derechos universales, empezando por la vida, salud, seguridad y educación, sean realmente valorados.

A quienes no somos legisladores nos queda aprender a encontrar la paz interior viviendo con ética y persiguiendo los valores humanos, venciendo tentaciones como la avaricia, aprendiendo a perdonar y en caso de no poder hacerlo y guardar un rencor inarrancable, ser sinceros con nosotros y con quien tenemos el problema y terminar con las relaciones tóxicas que irrumpen en nuestra paz interior y generan esa que solamente es barata.

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