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Hace un tiempo, no muy lejano, era habitual que la gente en sus diálogos cotidianos incluyera refranes como epifonemas, sentencias divertidas que nadie cuestionaba y que influían en las acciones y decisiones. Los axiomas formaban parte del léxico culto y popular. No era privativo de la gente mayor, aunque eran los que más los utilizaban, quizá eso explica, en parte, que ya no los oigamos tan a menudo.

En “Un mundo feliz” de Aldous Huxley le llaman Ciencia hipnopédica. Difícil contabilizar las veces a las que estuve expuesta a los refranes como sucede en el libro, ya que los adultos los utilizaban sin una sistematización, calando el subconsciente, aun para los que estaban conscientes de tal sugestión. En lo particular hay dos que influyeron en mi personalidad y que de manera automática replico sin necesidad de enunciarlos. Uno tiene que ver con la curiosidad y el otro con la oportunidad.

Mi abuela, maestra de principio del siglo XX, con autoridad los pronunciaba. “Preguntando se llega a Roma”, me repetía cuando no respondía lo que consideraba ella que debía de saber. Si bien es una  hipérbole creer que de pregunta en pregunta y resolviendo dudas llegaremos a la Torre de Pisa, sí marcó mi acentuado espíritu curioso para indagar y no quedarme con la duda de nada. Cuando no existía el internet, resultaba engorroso estar formulando una retahíla de preguntas que no siempre eran bienvenidas por los interrogados. Por supuesto no todo se localiza en la red, pero es un desahogo para no parecer detective o ministerio público frente a los amigos o los maestros. En la parte positiva me aportó conocimientos que, si no fuera por mi persistencia para “llegar a Roma”, no tendría.

El refrán que tiene que ver con la oportunidad y que no me gusta decir, debido a mí vocación animalista, es “Matar dos pájaros de un tiro”. Claro que no mato ni una mosca, incluso las alimento y mucho más a los pájaros que llegan a mi jardín, pero poner en práctica la tesis me ahorra tiempo, esfuerzo y hasta dinero en ocasiones. Durante la pandemia, organizar un periplo en un solo día para ir al súper, bancos, estética, tienda de macotas, gasolinera y un sinnúmero de lugares que frecuentamos, puede salvarnos la vida al no tener que salir diario para “matar un pájaro” cada vez y correr el riesgo de contagiarnos.

El refrán que no me entró ni por ósmosis es “Al que madruga Dios lo ayuda”(o encuentra todo cerrado), primero porque no me gusta madrugar a menos que sea indispensable y también porque estoy cierta que somos responsables de nuestros logros y no depende de la ayuda divina, sino del esfuerzo que hagamos.

Si al genio de la lámpara le pidiera un deseo sería que los refranes, esa pedagogía suave de profundas raíces, vuelvan a ser “El pan nuestro de cada día”. 

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