Mamá, no queremos que te vayas todavía

Gínder Peraza Kumán: Mamá, no queremos que te vayas todavía

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Rebasa los 88 años y se está recuperando en el hospital del IMSS que todos conocen como la T-1, después de una operación para tratar de repararle la cadera, donde sufrió triple fractura por una caída en nuestra casa de Dzilam González.

Tiene nueve hijos, cinco mujeres y cuatro varones, y es en estos trances de vejez y quebrantos en la salud, es cuando uno le da gracias al Creador por haber tenido tanta descendencia.

En el hospital siempre tuvo alguien que la acompañara, pues además cuenta con 24 nietos y 24 bisnietos. "Tiene cara de cansada", dijo una de sus hijas la tarde del viernes, pero no era para menos, pues la mañana de ese mismo día había sido intervenida quirúrgicamente en operación de unas tres horas. Dicen los doctores que perdió "poca sangre"... poca para alguien de hasta 40 años, pero para una mujer de 88 la cosa es distinta.

Casi todos en el pueblo conocen a doña Lulú, la señora que cada año le hace su novena a los Tres Reyes Magos, la que vive a cuadra y media de la plaza, o a la vuelta de la iglesia, la viuda de don Venancio Peraza Campos.

En realidad se llama María Lucrecia Kumán no, "Mami Lulú" para sus hijos y nietos. Si usted la viera seguramente consideraría que su principal característica es la fragilidad, pero así de chaparrita y menuda supo manejar muy bien a su marido, un hombrón al que en su juventud le gustaban los pleitos "entre amigos" al calor de los tragos.

En realidad fueron once los partos que afrontó, pero dos pequeñitos no pudieron sobrevivir.

Quedamos los nueve que hasta ahora somos y un día de quién sabe qué año empezamos a forjar la tradición de reunirnos la noche de Navidad para celebrar juntos el nacimiento del Salvador.

Papá se fue hace mucho a otra dimensión, pero la reunión continuó, ahora con nuestra guía, que encabeza los rezos y las fiestas.

Al ver la foto que alguna de mis hermanitas le tomó a mamá hoy poco después de que despertó de la anestesia necesaria para su operación la noté, efectivamente, debilitada, pero acababa de salir del quirófano.

Ya pronto estará, si Dios quiere, instalada en la casa de una de sus hijas, aquí en la ciudad.

Nosotros los nueve, a quien ella nos dio la vida y la fe, entre otras cosas, queremos que el Señor nos la preste unos años más, pero ya Él sabrá qué es lo mejor. "Dile a mamá que la quiero mucho y que le mando muchos besos", le escribí en el WhatsApp a Lupita, a quien le tocó acompañarla durante la tarde del viernes.

Mamá me contestó con un mensaje en el que, con su vocecita, me dijo que también me quiere mucho, igual que a mi esposa y mis dos hijos –sus primeros nietos–, y que no me preocupe por ella porque está bien.

Sabemos que la muerte es parte de la vida, que es lo único seguro que tenemos cuando nacemos. Pero la verdad sí quisiéramos tenerla con nosotros un poco más de tiempo. Dios dirá...

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