2 de octubre: esa luz que no se olvida
Rodrigo Ordóñez: 2 de octubre, esa luz que no se olvida
La matanza de los estudiantes ocurrida el 2 de octubre de 1968 tuvo un gran impacto en una generación que trató de romper el autoritarismo sostenido por las fuerzas armadas, que mantuvieron los gobiernos del PRI en el país. El 23 de julio de ese año hubo una riña entre jóvenes en el centro de la Ciudad de México, en la cual intervino el grupo de granaderos, sometiendo brutalmente a los estudiantes y testigos, los persiguió hasta las escuelas donde buscaron refugio, golpeando indiscriminadamente a alumnos y maestros, aunque no hayan participado en el pleito.
Aunque es un hecho revisado abundantemente en la literatura y la historia, la mayoría de los trabajos coincide en apuntar y retomar la metáfora de la luz: en la histórica marcha del silencio, Eduardo Valle, conocido como “El Búho”, fue el único orador del Consejo Nacional de Huelga, quien mencionó en su discurso: Esa luz que nos deslumbra, frase que retomó el escritor Fabrizio Mejía Madrid para titular su libro.
Esa luz que nos deslumbra es la novela que Mejía Madrid hace sobre el movimiento del 68, no desde una perspectiva de sus líderes y protestas como protagonistas centrales, sino de quienes, de manera periférica, vivieron esa lucha por dejar de ser criminalizados por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, quien no entendía que la libertad de pensamiento y el hartazgo por las constantes represiones policiales, era lo que pedía la juventud, no esa idea paranoica que cultivó, de que los comunistas querían sabotear su imagen en los juegos olímpicos.
Así, en el libro abre con una ciudad perdida, aquella que se formó en las afueras de las instalaciones que albergarían a los jugadores olímpicos, una ciudad dentro de la ciudad, compuesta por los trabajadores y sus familias, que ocuparon la tierra mientras concluía la construcción de estadios y villas, nómadas que acabarían desalojados y destrozados de sus casas de lámina por las botas de los granadores cuando acaben su contrato laboral.
Las historias que componen los 40 capítulos del libro tienen un matiz que las vincula: lo cotidiano. Mejía Madrid plasma las escenas fuera del embellecimiento oficial o el que ocasiona la memoria, como el célebre discurso de Díaz Ordaz con la mano extendida, todo un ritual político ante los medios, aunque en realidad ocurrió en medio de una borrachera, con gritos de un mariachi probando su bocina afuera del recinto. Así, desfilan empleados de Hacienda, estudiantes, políticos de gran nivel, vistos sin el ropaje que concede la historia oficial y la no oficial.
Por ser una rebelión espontánea, el 68 tiene un origen mítico o confuso, pero sabemos que para muchos la rebelión nació con esas luces de bengala sobre la Plaza de las Tres Culturas, esa luz que dio permiso a los francotiradores y militares para abrir fuego, esa luz que, por mucho tiempo, oscureció a una generación, esa luz que momentáneamente derribó la esperanza a punta de culatazos