Eva Perón y el cuerpo desaparecido

Rodrigo Ordóñez Sosa: Eva Perón y el cuerpo desaparecido

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En 1995 el escritor ar gentino Tomás Eloy abordó uno de los misterios que rodearon la muerte de Eva Duarte o Perón: el embalsama miento y desaparición del cuerpo de una mujer que supo doblegar a los militares políticamente cuando estuvo en vida y, con su fallecimiento a raíz del cáncer, creó un mito a su alrededor que la elevó a la calidad de santa, incluso venerada a puerta cerrada durante la dictadura que derrocó a su marido Juan Perón.

El libro en cuestión, “Santa Evita”, está armado con hechos reales e históricos, enrevesados con ficción y un tanto de chismes de la época, sigue el destino del cadáver de la primera dama argentina y los 20 años que los militares mantuvieron en secreto su lugar de entierro.

Basada en el libro, se emitió la serie “Santa Evita”, que narra el ascenso de Eva Duarte al mundo del espectáculo y sus 10 años en la política junto a Juan Perón, que culminaron en su muerte y secuestro del cuerpo. Así, cuenta que, tras su muerte y velación en 1952, la dictadura militar de 1955 quiso evitar que su tumba se convierta en un centro de adoración para el pueblo argentino, por esa razón, ocultaron durante 20 años el cuerpo, hasta su entrega a Juan Perón en los años 70.

Tanto la serie como el libro aborda la orden que dieron los golpistas para resolver qué hacer con el cadáver de Eva Perón, el cual estaba en el consultorio del doctor Pedro Ara debido a que el proceso de embalsamamiento requería más de tres años para concluirse. Por ello, para evitar que el hospital se convierta en un sitio de adoración y esperanza para los peronistas, el consejo militar ordenó al teniente coronel Carlos Eugenio Moori Koenig, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, lo entierre en forma clandestina.

Moori Koening, fanático antiperonista que odiaba a Evita al grado de transformarlo en un necrofílico compulsivo, se negó a separarse del cuerpo, el cual lo paseaba en una furgoneta de florería primero, para luego esconderlo en la casa de su compañero Arandía.

Sin embargo, la paranoia de Koening y Arandía aumentaría porque donde pasaba el cuerpo, a los pocos minutos, aparecían veladores y flores, lo cual les arrebató el sueño y ocasionó que Arandía creyó que un comando peronista irrumpió en su casa para rescatar el cadáver, por ello, tomó una pistola 9 milímetros y vació el cargador en la oscuridad, asesinando a su mujer embarazada.

Moori Koenig terminó colocando el cadáver en su oficina, donde los testigos contaban que vejaba, tocaba y exhibía el cuerpo de Evita como un trofeo, hasta que fue descubierto por sus superiores que acabaron condenando el hecho y lo relevaron de su misión, siendo que los militares enterraron el cadáver primero en Argentina y, después, en Italia.

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