La vigencia de los objetos
Rodrigo Ordóñez: La vigencia de los objetos
Empezó diciembre como la mayoría de las veces, con un sentido de renovación, cierre de ciclos y esa costumbre adquirida de ir moviendo de lugar objetos, desechar aquello que perdió utilidad, que en obstinado hábito conservamos, aunque presentan descomposturas o tienen historias rotas, al final costumbres anuales que nos permiten vivir más ligeros. Principalmente para quienes padecemos de insomnio, reviste un bálsamo contra nuestros pensamientos, que confabulan entre las sillas y el suelo.
Ese trajín nocturno nos permite reflexionar sobre cuánto dura un objeto, cuánto tiempo permanece dando vueltas en nuestra vida, adheridos a él permanecemos, ya sea porque fue un regalo, tiene una historia detrás de sí, simplemente, es la materialización de aquello que nos resistimos a dejar ir, porque tenemos la vana esperanza que volveremos a dotarlos de vida, así arrastre pequeñas notas, cartas, tazas o plumas, que por años permanecían en la duermevela de las cajas, en los recuerdos o como un mantra para evitar enfrentar que, así como el año, algunas historias y relaciones se apagan.
Entonces, y contrario a lo que cree la física, los objetos tienen alma, son como orugas que resbalan en los linderos de nuestra percepción, pausadamente van moviéndose de un lado a otro hasta quedar de nuevo en el centro de nuestra atención, los vemos y ruedan detrás de los ojos hasta caer en lo profundo de la mente, hace ondas y ocupa un espacio entre las fisuras del día, entreabren pequeños recuerdos, hasta inundar la noche con más preguntas que respuestas.
Diciembre siempre es una época rara, entre el zumbido de la alegría impuesta o genuina, alegría encaminada al frenesí de adquirir más cosas, objetos que vamos acumulando otro año, rezagados en el uso, regalos que nunca serán abiertos o rosas que con los días se transformarán en una herida, una daga o una espina fantasma entre el insomnio y el sueño, que esperan adquirir alma mientras los usamos, añoramos o perdemos.
Los objetos, siendo así, tendrán vida hasta que nosotros decidamos arrebatarles las esquirlas de biografía con que los atamos, para no olvidar, para mantenernos en el mismo lugar, más cuando decidimos evadir el cambio o declinar un reto, más cuando las oportunidades las hacemos a un lado, porque creemos que volveremos a un tiempo donde fuimos felices.
Estos días he pasado un trapo a cada uno de los objetos que guardaban aún algo de vida, he decido soltarlos hacia otros puertos, vacíos de esencia, para que alegren otra vida, que aquí sólo cuidan días que hace tiempo dejaron de tener sentido.
Una vez vacías y sin sentido, cuando damos ese paso al frente, sólo podremos recitar las palabras del poema “Las Cosas” de Jorge Luis Borges: ¿Cuántas cosas, limas, umbrales, atlas, copas, clavos, / nos sirven como tácitos esclavos, / ciegas y extrañamente sigilosas?/ Durarán más allá de nuestro olvido; / no sabrán nunca que nos hemos ido.