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A media mañana se hace presente en mi oficina un actuario del Poder Judicial del Estado. El amable colega me notifica el larguísimo auto emitido por un juzgado de ejecución de sentencia. Se trata de no cobrar al reo una multa por el delito en que incurrió.

Al revisar el profuso, confuso y difuso acuerdo judicial llama mi atención la siguiente cláusula: “…resulta procedente considerar que ese lapso de tiempo es por demás suficiente para considerar que en el presente asunto ha operado la extinción por prescripción de la sanción pecuniaria de multa impuesta a…”.

Dejemos a un lado la cacofonía producida por la mala combinación de los términos jurídicos extinción, prescripción y sanción. Vamos a referirnos únicamente a la frase “lapso de tiempo”.

¿Qué es un lapso? El Diccionario de la Lengua Española le fija el siguiente significado: Paso o transcurso. Tiempo entre dos límites. Es decir, lapso es el tiempo transcurrido desde un inicio hasta un final. Por ello decimos: un viaje de Mérida a Cancún por carretera se efectúa en un lapso de cuatro horas; el enfermo guardó cama tres días y en ese lapso leyó varios libros y revistas.

Tiempo, palabra de la que todos tenemos noción, es la duración de las cosas sujetas a mudanza; parte de esta duración; época durante la cual vive una persona o sucede una cosa (Dele).

De estos significados entendemos que la palabra “lapso” incluye la idea o significado de tiempo. Por ello, es incorrecto decir “un lapso de tiempo”, pues eso equivale a decir “un periodo de tiempo de tiempo”. Esta reiteración del término “tiempo” entraña un pleonasmo. Con decir “lapso”, ya estamos hablando correctamente. Nada de agregarle “de tiempo”.

Del cajón izquierdo de nuestro escritorio sacamos la resortera y un duro pedrusco, apuntamos al objetivo, el violento impacto derriba al gazapo y nuestro morral guarda la primera pieza del día.

EN EL DÍA DE SAN FRANCISCO

Ahora vamos al Facebook, siempre proveedor de buenas piezas de caza. El 4 de octubre vemos una felicitación del siguiente tenor: “Muchas felicidades a los que llevan el nombre de Francisco en su día”.

¡Caramba! ¿En qué día los felicitados llevan el nombre de Francisco? La expresión carece de eufonía, no es armoniosa, señal de que es incorrecta. Estamos ante un barbarismo, pues en el escrito se utiliza una frase errónea.

Consultamos el santoral y leemos que el 4 de octubre es el día que la Iglesia Católica consagra a san Francisco de Asís. Esto indica que la amable persona que felicita a los Franciscos quiso decir: “Muchas felicidades en este día a los que llevan el nombre de Francisco”. Con la felicitación bien redactada los Panchos quedarán muy halagados.
La honda entra nuevamente en funciones; tras la certera pedrada cae el gazapo y lo guardamos en el sabucán.

Hasta el próximo tirahulazo.

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