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En los últimos días me ronda en la cabeza la idea repetida de considerar que, efectivamente, en la vida todo puede mirarse bajo la lupa de “una cosa por otra”. ¿Es que acaso hay algo que rige nuestra realidad para efectivamente aceptar que no podemos tenerlo todo? Este todo, por supuesto, es subjetivo.

Existimos personas que preferimos la tranquilidad del alma sobre cualquier bien material. Pero tampoco nos engañemos, lector: la verdad es que nos gusta tener cosas y esto nos brinda un placer interno cuando algo viene de la mano de una persona externa y no supone un gasto o un esfuerzo para nosotros.

Como si estuviéramos programados para tener las manos abiertas para recibir pero el puño cerrado cuando es momento de dar lo que retenemos entre los dedos.

Esta semana las letras nacen de la lectura de un poema. En “Canje”, del poeta uruguayo Mario Benedetti, encontramos grandes verdades en versos cortos y hermosos que rápidamente se quedan en el alma de quien lee para evocar los recuerdos de esos canjes no correspondidos; de todas aquellas veces en las que hemos propuesto un intercambio y la parte que recibe no desea continuar con el proceso de dar y recibir.

Específicamente, en el poema se habla de un canje más humano, de esos que alivian los pesares de la mente. “Quiero que me relates tu último optimismo / yo te ofrezco mi última confianza” ¿Es que hay algo tan puro como una dinámica de esta magnitud? A veces resulta muy difícil intercambiar lo que llevamos dentro; pero son estos intercambios los que llenan el alma.

Tememos sentirnos vulnerables, como si expresar los deseos más grandes fueran empresa de vergüenza. No es así. Pienso que las relaciones de confianza entre dos personas son como cadenas imaginarias que unen fuertemente los cuerpos de quienes han decidido dejar a un lado la inseguridad y dan paso al compartimiento de la propia esencia humana. Aprendamos a compartirnos, a buscar un espíritu similar al nuestro en donde encontremos un lugar seguro para desnudar el pensamiento y dejarnos ir.

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