MÉRIDA, Yucatán.- Hay momentos que nunca se olvidan, quedan guardados en la memoria, podrán pasar muchos años y permanecerán latentes siempre, como es el caso de aquella noche del domingo 7 de agosto de 2005, cuando el zurdo Óscar Rivera “tocó el cielo” al lanzar juego perfecto a los Guerreros de Oaxaca, hasta ahora el único que se ha realizado en la historia de la postemporada de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB), ante un parque “Kukulcán Álamo” que vibró por esa obra tan bella.

Ya han pasado 15 años de ese hecho y los aficionados de los Leones de Yucatán lo siguen recordando como si fuera ayer, fue una noche mágica para todos los presentes y para el lanzador originario de Magdalena de Kino, Sonora, quien en varias ocasiones ha mencionado que nunca pensó hacer historia de esa manera.

“Es uno de los momentos inolvidables de mi vida. Aquel día fue hasta la octava entrada cuando me di cuenta de la magnitud de lo que estaba realizando, sabía lo cerca que estaba del perfecto y los gritos de la gente eran mucho más fuerte, mi preocupación era controlar mis nervios, no quería fallar”, comentó el serpentinero.

En aquel entonces, Rivera apenas tenía 23 años, pero la edad no importó, recibió la responsabilidad de lanzar ese séptimo juego de vida o muerte de la primera ronda de los pléiofs,y le respondió a Lino Rivera, mánager melenudo en ese momento, retirando a sus 27 oponentes en fila, algo que muy pocos pueden darse el lujo de presumir.

Al llegar al cierre de la novena entrada, las fieras ganaban 1-0 gracias al cuadrangular solitario de Luis “Rayo” Arredondo. La afición se encontraba al filo de la butaca, Rivera subió a la loma y rápido sacó el out 25 y 26, pero ante su último oponente, José Montenegro, tuvo que batallar hasta llegar al conteo de tres bolas y dos straics, por lo que se jugó todas sus cartas en el último pitcheo, el cual sirvió para ponchar a su enemigo.

Tras caer el aut 27, el “Mr. Perfecto” comenzó a celebrar en el montículo mientras era abrazado por Héctor Castañeda, quien fue el cátcher en esa proeza, y la gente gritaba con júbilo su nombre. Sin duda, uno de los mejores momentos en la historia de los Leones de Yucatán