Escribir nuestra muerte

Cristóbal León Campos: Escribir nuestra muerte

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Hablar de la muerte es común y a la vez un tabú, aún sigue significando un tema que abre alternativas individuales y colectivas al debate, como pueden ser los próximos días de muertos donde la gran tradición cultural de los pueblos originarios y la mezcla con el mundo occidental se expresa en una de las manifestaciones culturales más bellas y complejas de México. Pero también la muerte, tan presente en sociedades cargadas de violencia sistémica y con contextos permanentes de conflictos, se convierte en un tópico normalizado que se reconfigura para adentrarse al imaginario colectivo y ser resignificado, habiendo incluso, desde hace mucho, culto a la santa muerte y otras entidades sobrenaturales.

En el mundo de las artes, pero en especial de la literatura, la muerte tiene un lugar especial, desde ser un personaje alegórico que incita a la acción hasta ser el tema central de las más grande obras que por siglos se mantienen en el gusto popular. Así, la muerte y sus complejidades representa un paradigmático referente de lo humano y sus concepciones con la vida, pues como antítesis sin reparo, no hay muerte sin vida y viceversa.

Y creo, sin temor a errar, que todos en algún punto de nuestra vida nos habremos de cuestionar sobre nuestra muerte, su forma, su significado y, sobre todo, sus efectos en el pequeño mundo que nos rodea, dentro de ese otro gran universo en el que somos apenas una partícula más. ¿Tendrá significado nuestra muerte?, ¿qué podríamos decir de ella –nuestra muerte- si tuviéramos la oportunidad?, ha estas interrogantes no podremos responder a la hora de transcender lo material para irnos al plano de la memoria, y quizás esto representa para muchos seres humanos más que una simple preocupación.

No sé si alguna de estas interrogantes se agolpó en la mente del afamado escritor colombiano Gabriel García Márquez al ser cuestionado por Giovanni Minoli, en 1987, sobre si tenía miedo a la muerte, a lo que respondió lo siguiente: “A la muerte no. De morir, sí. Del hecho de morir. Me preocupa, sobre todo como escritor, que el acontecimiento más importante de mi vida –mi muerte- será sobre lo único que nunca podré escribir” (La Jornada Semanal, 6/10/2023/, p. 30). Si bien se sabe de la hilaridad de García Márquez a la hora de responder a preguntas complejas que lo pudieran enfrentar a temáticas por demás sensibles, pero también es conocido su apego a la vida y su oficio que como escritor lo llevó a narrar en sus obras aspectos profundos del ser humano, lo cual se observa en sus novelas de fama mundial, donde la muerte tiene un lugar predilecto, aunque no sea únicamente la muerte física de un ser humano, sino esa muerte que se va presentado en la soledad, la incomprensión, el desamor y el derrumbe de los sueños, todas estas temáticas-personajes escritas en las miles de páginas que legó, repletas de ese realismo mágico que nos conduce a lugares y significados tan complejos y alucinantes que hasta hoy maravillan a sus lectores.

Hoy la muerte es noticia y un lugar común, las guerras, el hambre y los suicidios están a la orden del día, y en ese contexto habitamos inmersos en el mar de la cotidianeidad cuestionándonos sobre la vida y su final, sobre ese hecho tan importante de nuestra existencia donde seremos el personaje central para dejar de serlo. La muerte es dialéctica con la vida y sólo se explica con relación en ella, y entonces ¿qué podemos escribir sobre nuestra muerte? Ya veremos…

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