Trabajar con las palabras

Cristóbal León Campos: Palestina: Trabajar con las palabras

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En silencio o en medio del ajetreo por la urgencia de los textos, el corrector y el editor realizan su labor. A veces con la tranquilidad necesaria para recorrer una y otra vez las letras que conforman las palabras, pero, en otras ocasiones, la rapidez y la presión penden sobre su quehacer, siendo hilos delgados que pudieran conducir al error, sobre todo para aquellos que trabajan en medios impresos, cuya edición es de un día al otro, y todo bajo un cronómetro que debe respetarse lo más posible.

Trabajar con las palabras no es fácil, pues todo escrito busca transmitir una idea o un conjunto de ideas, que, el autor(es) o autora(s) han plasmado pretendiendo comunicar un mensaje sobre el tema de su elección, y el corrector y el editor se enfrentan a la responsabilidad de respetar esas ideas sin deformarlas, pero siempre cuidando lo mejor posible el sentido estético del mensaje escrito.

A lo largo de los siglos, desde la aparición de la prensa con Johannes Gutenberg, los roles de trabajo en relación a las publicaciones impresas ha cambiado, en muchos casos dependiendo del tamaño de la empresa, ya que regularmente, cuando se trata de casas editoriales pequeñas o medianas, quienes laboran en ellas desempeñan más de una función, haciendo a veces menos visible la línea que divide las funciones de un corrector y/o un editor, algo que se ha observado con el paso de los años, y que hoy, con las nuevas tecnologías, la realidad virtual y el acceso generalizado a medios de comunicación como las redes sociales, se ha vuelto a presentar una mezcla de responsabilidades y roles en la labor de los medios, tanto impresos como digitales.

Pero, más allá de los contextos y particularidades de cada medio, el trabajar con las palabras es también un acto íntimo que conecta al editor-corrector con el autor(es) o autora(s) del texto a trabajar, y creo que esto se presenta en mayor medida cuando se trata de medios como revistas, periódicos o páginas web, donde se incluyen secciones editoriales que ameritan un tratamiento un tanto diferente de las notas del día, los boletines y/o las noticias de agencias, pues éstas últimas se trabajan conforme a la línea editorial del medio, y las editoriales suelen (eso es lo ideal) presentar mayor libertad de opinión y de estilo, y justo ahí está el gran reto, ya que no puede sobreponerse el juicio del corrector o del editor ante las reflexiones compartidas, aunque claro, sin dejar pasar las cuestiones que sí deben modificarse como las erratas o la falta de claridad en la exposición de las ideas.

Hay muchas historias que narran la relación íntima, de amistad, complicidad, o incluso, de abierta contraposición entre autores y autoras con sus editores o editoras, muchas de las grandes obras han requerido del trabajo meticuloso del corrector y del editor, lo que no siempre acontece en la mejor armonía, pero, también, existen antologías de correspondencia y ensayos dedicados a visibilizar o reflexionar sobre la importancia de esta relación a la hora de construir una obra o la edición correspondiente de un medio con temporalidad periódica.

Lo cierto es que trabajar con las palabras es una responsabilidad que va más allá del cumplimiento de la jornada, pues la trascendencia de los mensajes, en muchas ocasiones, tiene relación directa con la forma en que fueron presentados a las y los lectores. Ese trabajo silencioso del editor y el corrector suele tener un mayor eco en el tiempo del que solemos pensar…

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