Una invitación a la librería Morisaki

Cristóbal León Campos: Una invitación a la librería Morisaki

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Una joven, Tatako, cuya vida cambia drásticamente tras enterarse de que su “novio” pretendía casarse con otra mujer,
quedándose en situación de vulnerabilidad, es la protagonista de la primera novela del escritor japonés Satoshi Yagisawa, intitulada Mis días en la librería Morisaki. La decepción amorosa es el motor inicial de la historia que llevará a Tatako a dejar su trabajo y mudarse al barrio de Jinbocho, en la ciudad de Tokio, donde se ubica la librería Morisaki, que es administrada por su tío Satoru, a quien desde hace años dejó de frecuentar tras crecer y por considerarlo algo extravagante para su edad.

La narrativa de Yagisawa –amena y cálida- nos lleva a lo largo del proceso de reconstrucción de la vida de Tatako, quien sumida en la depresión, irá redescubriendo su propio valor y el de su tío, a quien en un primer momento pone en duda, pero, a través de la convivencia que se suscita al alojarse la protagonista en la primera planta de la librería y el trabajo propio de atención del negocio familiar, la perspectiva sobre su familiar va dando un giro, hasta convertirse en su confidente. Además, las lecturas que allí realiza Tatako, son un elemento indispensable para su salvación.

En uno de los diálogos consigo misma que sirven al autor como voz narrativa, Tatako expresa: “Me percaté de que el verano había llegado mientras dormía”, dándonos la posibilidad de comprender del estado de ánimo de la joven, a la vez que nos refiere el transitar de los meses en la historia, así la expresión tiene esa doble función de ubicarnos ante la situación emocional de la protagonista y el ambiente temporal que es referido de otras formas durante toda la novela.

La descripción del ambiente nos permite imaginar los lugares y espacios habitados por los cuales la historia transcurre, siendo que por momentos es posible ubicarnos en las calles del barrio de Jinbocho, donde las librerías de viejo son la peculiar característica de esta localidad envidiable para cualquier parte del mundo. También, la amenidad del Café “Subouru”, frecuentado por Satoru, y donde la protagonista disfrutará de momentos de autorreflexión, al igual que ahí podría reencontrar la esperanza sobre el amor. La presencia de la naturaleza como una señal del contexto va de la mano con el desarrollo de la narrativa, más, cuando personajes como Momoko, esposa de Satoru, regresa a sus vidas después de una larga ausencia, para cambiar casi por completo la historia, que a partir de su retorno,
se enfocará en revelar las razones de su “autoexilio”.

La novela es una invitación a reconocer que “…las circunstancias inesperadas nos abren puertas que no podríamos imaginar”, y que esas oportunidades, de ser aprovechadas, pueden contribuir a replantear lo que se pretende en la vida y revalorar a las personas que nos rodean, sobre todo, cuando nos damos la oportunidad de conocerlos mejor a partir de sus
experiencias, y no mediante las ideas preconcebidas que en ocasiones tenemos sobre ellas, esto es lo que ocurre con la relación de Tatako y Satoru, quienes logran generarse empatía y compenetrar mejor su relación tío-sobrina.

En Mis días en la librería Morisaki, el escritor Satoshi Yagisawa, dialoga también con otros autores, tanto modernos como contemporáneos, de la literatura japonesa, tranzando una serie de referencias breves a obras que seguramente complementarán al gusto que nos ha dejado poder conocer, al recorrer las páginas de la novela, un poco de la librería Morisaki, “un lugar importante, inolvidable”…

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