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El tiempo es oro, eso siempre me ha dicho mi madre y obviamente yo he vivido de manera constante con esa encomienda en mente. Las horas, los minutos, los días, son algo preciado en mi familia, y por lo consiguiente han sido elementos fundamentales en mi educación y formación.

A raíz de ello, no es raro que refranes como “al que madruga Dios le ayuda” y “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, sean frases que me han acompañado a lo largo de los años. Eso es algo que tal vez suene inspirador, pero conforme el tiempo pasa, la realidad te alcanza y la vida adulta te va abrazando de manera disimulada y, poco a poco, te das cuenta de que necesitas una pausa.

Seguramente a todos les ha pasado alguna vez en la vida, se trata de un momento en el que sientes que no encuentras tu esquina, es como si la paciencia y el domino propio hicieran un paro de frente a tu paz mental, manifestándose de manera deliberada, exigiendo vacaciones, días feriados y prima dominical.

No se lo deseo a nadie, pero estoy convencida de que a todos les ha pasado, tu respiración se agita, las manos te sudan, tu paciencia es mínima y si dijeras en voz alta los pensamientos que en ese momento transitan por tu mente, con seguridad te ganarías varias enemistades.

Así sucede, aunque no se escuche propio, adecuado, ni bien… pero bueno, nos han enseñado a aprovechar el tiempo, a ir por aquello que deseamos, sin pedir descanso, de modo empedernido, mientras más persistente te notes, más eficiente te verán…  eso creen algunos ¿verdad?

Pero bueno, resulta que el tango no va por allí, luego de algunos años luchando y defendiendo a capa y espada los ideales del ser y del deber ser, vengo a enterarme a una edad, que no es muy lejana, pero tampoco puedo tildar de cercana… que siempre no, que hay que tomarnos un break, que es necesario asumir las cosas con calma, que el aquí y el ahora son los estandartes, que si seguimos con lo del camarón y la corriente, y lo de madrugar para que Diosito nos eche la mano, nos va a llevar el tren…

Y mira que canijos nos salieron, no sé si sean las modas, las tendencias, o algún extraño descubrimiento inalcanzable para algunas generaciones, pero de que avisaron tarde, la verdad es que sí lo siento de ese modo. Me enteré por los libros y es que he sido una lectora constante por años, entonces tampoco hay mucho de donde se puedan defender, pero bueno…

La tendencia hoy es que hay que tomarnos las cosas con calma, el prototipo multitask que nos
fabricamos los de generaciones muy cercanas a la actualidad ha quedado obsoleto, hay que vivir en calma, percibiendo el aquí y el ahora, inhalando y exhalando de manera frecuente.

Esto lo descubrí cuando abrí el libro “Un café contigo”, de Kristen Helmstetter, ella propone en sus páginas que cada persona debe destinar cinco minutos al día para entablar un diálogo interno,
acompañado de una taza de café.

No me quede con la duda, lo hice y tengo que decirles, que me funcionó.

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