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Recientemente he tenido que realizar múltiples, obligadas visitas al IMSS, por urgencias médicas de familiar cercano; hace dos semanas, fue necesario esperar más de dos horas para ser recibidos, por haber ingresado minuto antes un “Covid”.

Dos horas después, se inicia la atención médica de nuestro familiar, la que se prolongó por más de dos horas, hasta lograr el control del padecimiento; en la visita de esta semana, la recepción y la atención médica fueron inmediatas.

Por ello es justo destacar y resaltar la calidad médica de los profesionales de la salud, su actitud de servicio, callada pero contundente, el apoyo y coordinación de todas las áreas involucradas, no obstante las circunstancias sanitarias extraordinarias de hoy día.

El cambio institucional es perceptible y, por ello, merecido el aplauso generoso para quienes te tratan como persona y paciente y no como asegurado fastidioso y molesto.

Pero me pregunto: ¿qué tipo de institución tendríamos si todo lo malversado en los últimos ochenta años se hubiera aplicado, en tiempo, modo y forma, al fortalecimiento de nuestras instituciones de salud, educación y seguridad? Siempre hemos sabido que México es el cuerno de la abundancia y que por más de 450 años ha sido saqueado y aún continúa estando en pie, tratando de recomponer el camino, aun cuando la visión de país es difusa e indefinida. De no haber existido tanta corrupción, ¿observaríamos equipos e instalaciones obsoletas o en estados físicos y/o de funcionamiento tan deprimentes?

Hoy, al transitar por los pasillos de clínicas y hospitales, es común observar huecos, parches o manchas en pisos; en algunos lugares, puertas ausentes o en condiciones deplorables; personal sin uniforme de trabajo o equipo de protección personal adecuado; mobiliario y equipo obsoleto o corroído por el paso del tiempo; sillas a punto de caerse; falta de jabón para lavado de manos; insuficiencia de toallas para el secado de manos o falta de papel higiénico; falta de medicamentos; falta de aseo, orden, acomodo e higiene; citas para dentro de seis meses o más; falta de especialistas, etc.

Sin embargo, lo que me deja un gran sabor de boca, no obstante los prietitos en el arroz, es la actitud humana, la calidad del servicio, la atención al paciente y a sus familiares; es perceptible. E

stoy seguro de que nunca han faltado recursos económicos para preservar en las mejores condiciones de operación a esta gran nación y a sus instituciones de salud, educación y seguridad.

A México le han faltado dirigentes capaces y honestos, los que hay se valen del estandarte del bien común para el “bien propio” a su paso por la “res pública”; el beneficio de pocos se ha convertido en la ruina de muchos directa e indirectamente.

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