El caballito de San Isidro Labrador

Carlos Evia Cervantes: El caballito de San Isidro Labrador

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Entre los agricultores del sur del estado de Yucatán se concibió la coexistencia de dos deidades de la lluvia, el dios Cháak, deidad maya, y San Isidro Labrador, traído por los españoles. Afortunadamente, en vez de rivalidad hubo una apropiada y positiva avenencia. Así lo publicó Miguel Ángel Cervantes Aguilar, brillante escritor de Tekax, Yucatán.

Este autor presentó el relato que, en su momento, le contó el profesor Adalberto Bonilla Baak y éste señaló que el origen del narración se remonta alrededor del año 1600, cuando una terrible sequía asoló la Península de Yucatán, especialmente en las poblaciones situadas en la llamada Sierra del Puuc del territorio yucateco. Al respecto, se conocieron dos versiones generadas en las citadas poblaciones.

En la primera versión se dice que los jmenoob o sacerdotes mayas, aseguraban que el dios Chaak, al no recibir las ofrendas acostumbradas, debido a la prohibición de los sacerdotes católicos, bajó a la tierra para saber lo que acontecía, y al no tener su camino de agua, no pudo regresar al cielo. Por lo tanto no le fue posible enviar la tan ansiada lluvia.

La segunda versión, difundida por los católicos, aseguraba que San Isidro Labrador bajó a la tierra montado en su caballo, igualmente para averiguar el motivo por qué no le habían entregado sus acostumbradas ofrendas. Pero al no existir un camino de lluvia, le fue imposible regresar al cielo y se manifestó la terrible sequía. 

Los jmenoob, los sacerdotes cristianos y la gran mayoría de los habitantes de la región, acordaron reunirse y salir en busca del caballito, que por falta de lluvia se había quedado atorado en la tierra. Lo encontraron en una de las tantas cavernas que existen en la zona. De inmediato, se pusieron a orar y entregar ofrendas al dios Cháak y a San Isidro Labrador, con la finalidad de formar un camino de lluvia por el que pudiera regresar al cielo el caballito mencionado. Cuentan que este sagrado animal se encontraba muy debilitado por la falta de agua y que apenas podía sostenerse en pie.

Durante trece días con sus noches, las oraciones y las ofrendas fluyeron al interior de la cueva; en las afueras de la misma, una caravana interminable depersonas acudía a depositar sus ofrendas y a decir sus oraciones para que se formase otra vez el camino de lluvia por el pudiese regresar el caballito de San Isidro. Amanecía el decimotercer día, cuando una cauda de rocío se desprendió de unas nubes cercanas y se acercó al caballito, quien de inmediato, poniéndose de pie, retornó al cielo.

Al momento de su llegada, comenzó a enviar a la tierra truenos, relámpagos y posteriormente la tan anhelada lluvia benefactora, concluye el relato del profesor Adalberto Bonilla Baak y también del escritor Cervantes Aguilar.

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