Una soberana en los cenotes de Yucatán
Carlos Evia Cervantes: Una soberana en los cenotes de Yucatán
La emperatriz Carlota, esposa del tristemente recordado Maximiliano de Habsburgo, estuvo en Yucatán a mediados del siglo XIX y al respecto, hay diversos testimonios que confirman su presencia en ciertas grutas y cenotes en cuyas aguas, incluso, se bañó.
El profesor Anacleto Cetina Aguilar es quien presenta la versión mejor documentada en su monografía de Hunucmá.
En esta obra describe la visita de la emperatriz aludiendo detalladamente el evento, pues dice que, a las 11:30 de la mañana del día 22 de noviembre de 1865, desembarcó en el puerto de Sisal la emperatriz y después se trasladó a Hunucmá.
El autor indica que, antes de proseguir su viaje a Mérida, decidió darse un baño en el cenote hoy conocido como el "Río Verde" y justo a la entrada del mismo está pintada una efigie de Carlota y la siguiente frase: "Te vestiste de gala feliz con la visita de la emperatriz".
En el libro "Yucatán, piedra, historia y belleza", de Íñigo Laviada, se destacan las características de la hacienda Mucuyché; además se señala que hay dos grandes cenotes muy próximos entre sí.
En la huerta, a menos de cien metros de la casa principal, está uno de ellos provisto de una escalinata de piedra y en el borde del cenote hay asientos del mismo material. Ahí, dice el autor, se bañó la emperatriz Carlota cuando hizo una visita a Yucatán durante el corto reinado de su esposo, el monarca europeo.
Una nota de la prensa local, un reportero que firmó como Celis, señala que una noche antes de partir hacia Mucuyché, la emperatriz pernoctó en la hacienda San Pedro Chimay y al amanecer puso la primera piedra de una capilla dedicada a la Virgen de Lourdes, con el propósito de conmemorar su visita.
Conviene destacar que la capilla se construyó sobre una gruta, a sólo siete años después de la primera aparición de la Virgen en una gruta cercana a la población de Lourdes en Francia en 1858.
En una monografía de Tecoh elaborada Roger Achac Cimé, para celebrar el primer Centenario de haber adquirido el rango de Villa, se reportó la existencia de las grutas y cenotes del lugar.
En dicha obra se señala que la emperatriz Carlota decidió refrescarse en las cristalinas aguas de uno de ellos. Se trata del cenote Tzá Itzá, uno de los más frecuentados por los habitantes de Tecoh dado que es muy fácil su acceso.
Achac Cimé agrega que este cenote es como el puerto de abrigo de los campesinos en los meses cálidos, pero también "ha sido testigo de amores, banquetes, crímenes y escondite de rateros".
En el texto se describe el interior del cenote y se recuerda la existencia de una enorme piedra blanca sumergida donde se dice, reposó la emperatriz Carlota mientras se bañaba.