No sabemos amar

Eclosión de letras, columna Rosely Quijano León.

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Quienes tenemos más de cuarenta años pertenecemos a la generación del divorcio, nos inculcaron que el amor romántico y encontrar a la pareja perfecta era nuestro gran logro en la vida, casarse alrededor de los veinte, tener hijos y formar una familia; y lo hicimos, pero el felices para siempre se nos desvaneció más rápido de lo que vivimos añorándolo, y en el lapso de los veinte a los cuarenta descubrimos que el amor no era así de sencillo como no los pintaron en las comedias románticas o en las series de televisión donde era suficiente con que alguien corriera tras de ti y te dijera que eras el amor de su vida.

En estos más de veinte años que han transcurrido mucho ha cambiado y las nuevas generaciones, nuestros hijos, crecieron (con contadas excepciones) entre intentos fallidos de matrimonios consumados sólo por fuerza de la costumbre y la tradición, o de la religión.

Y descubrieron que eso no es el amor. Y hoy, los que tenemos entre cuarenta y cincuenta vivimos en conflicto entre lo que nos inculcaron nuestros padres y sus creencias, la televisión, el cine hollywoodense, revistas, historietas, letras de canciones, y en general toda la cultura pop, con esta época que trastoca nuestra idea tradicional de relación amorosa.

Pasamos del ritual del enamoramiento con la visita del novio, o la llamada puntual por el teléfono que transmitía por su cable en espiral la idealización del amor perfecto, a las aplicaciones de citas, al coqueteo por WhatsApp o redes sociales, al amor virtual que apenas entendemos. Y nos damos cuenta que no sabemos amar.

No nos culpen, somos herederos de Ovidio y su “Ars amatoria” que permeó el ideal del amor por muchos siglos, perpetuando la violencia, el machismo y la creencia de que el hombre es dueño de la mujer. Algunos están todavía asimilando que hoy son aceptables otras formas de amar y relacionarnos, ni exclusivamente heterosexuales, ni monogámicas y mucho menos machistas. Conceptos como el poliamor o relación abierta son esquemas nuevos para nosotros que chocan contra el ideal del amor con el que, no solo crecimos, sino que añoramos.

Sin embargo hoy, como dice Aura García-Junco, todos buscamos que “nuestra pareja sea un puerto seguro en el que podamos resguardarnos del mundo tempestuoso de allá afuera”. Esto lo dice en su libro “El día que aprendí que no sé amar”, un ensayo donde se confronta al amor romántico en la actualidad, y se reescribe el “Ars amatoria” para brindarnos una mirada nueva que no pretende criticar la monogamia, sino ampliar y resignificar el concepto del amor.

Al fin y al cabo, no importa el modelo mono o poli que se adopte, lo cierto es que en todos “el amor duele y siempre ha dolido, el papel que le damos a ese dolor y lo que hacemos con él es lo que cambia”. Quizá nunca sabremos del todo amar, pero hoy sabemos que primero tenemos nosotros mismos que cambiar y reflexionar sobre lo que nos inculcaron para construir una relación sana que no idealiza al amor, lo vive.

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