|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Además de la crisis de constitucionalidad a la que México se sigue enfrentando día tras día, pues en algunas entidades federativas se van agregando nuevas medidas que contravienen nuestra Carta Magna y la Federación se acerca cada vez más a una crisis política que terminará por romper la endeble estabilidad que se conserva en tiempos del Covid-19.

Ya platicamos la semana pasada que algunos gobernadores norteños amagaban con abandonar el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal (SNCF), alegando que no reciben un trato justo del Gobierno Federal y que no les toca tanto como aportan. Esos gobernadores son quienes han vuelto a sus estados dependientes del recurso de la Federación, pero que por conveniencias políticas y populismo han dejado en el abandono a sus haciendas locales. Comentábamos que mientras en Yucatán la proporción entre sus ingresos federales y los locales son de casi 50 y 50, en el norte del país no se recaudan impuestos internos o son muy pocos. Y los gobernadores lo saben: saben que abandonar el “pacto fiscal” significaría para ellos tener que tomar la impopular medida de subir impuestos locales y crear nuevos, además de ya no ser partícipes de lo recaudado a nivel nacional. Saben que su propuesta de modificar el SNCF es insostenible, pues éste debe reformare para asegurar que los estados usen eficientemente los recursos y sirvan para desarrollar a las entidades federativas en desventaja, pero no en el sentido de darle más a los estados que más tienen. ¿Por qué entonces presionar a la Federación con separarse el SNCF? ¿Por qué amagar con reunirse con empresarios del norte y formar un propio plan económico? Por la misma razón por la que exigen una y otra vez recursos extraordinarios a la Federación: la mala administración de los recursos está cobrando factura en plena emergencia nacional y hay miedo.

Y es que el fracaso del federalismo que tanto defienden las entidades -y la razón por la que la respuesta de la “cuatroté” es centralizar desmedidamente- es precisamente ese: por décadas ha existido un comportamiento cómodo, de dependencia, de los gobiernos locales a la Federación. Los recursos federales se usaban discrecionalmente y se mal administraban los locales. El problema no fue tanto centralizar los recursos y limitar a los estados, sino que por años los estados no hicieron prácticamente nada con los recursos a su disposición. ¿Cuántos hospitales públicos se construyeron antes de la centralización del sistema de salud en el país? ¿Cuánto se invirtió en equipo médico? ¿Cuánta deuda adquirieron los estados para proyectos innecesarios y cuyos pagos hoy demandan porciones importantes de los presupuestos locales? ¿Cómo afrontaría México esta emergencia si las entidades federativas hubiesen sido responsables con sus finanzas y hubiesen apostado por el bienestar social? Hoy, en cambio, la Federación -con todo y su falta de visión, de planes económicos serios y de transparencia y con algunas perspectivas francamente obsoletas- tiene que hacerse cargo de 32 estados que, en su mayoría, no pudieron hacerse cargo de sí mismos en mucho tiempo.

Lo más leído

skeleton





skeleton