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Qué despedida más triste la que llega
entre dos personas que saben que
el adiós no significa nada más que
volverse a ver la próxima vez pero
[sin ser nosotros...

Qué despedida más triste donde nadie se va,
donde la vida sigue como si nada, pero
el amor se escurre con el final del invierno,
[en la misma coladera que el deshielo.

Qué despedida más triste despedirme de ti.
De ti que volviste a abrir mis alas,
que tomaste por la cintura a todos mis miedos,
y me hiciste volver a entregarme como quien
[no le teme a la muerte,
como quien besa el infierno.

No sé hasta cuándo pueda perdonar tanta
[incongruencia.
No sé si aprenda a mirarte de otra manera;
[a no pensarte como el cobarde más grande
[en mi cartera,
en mi cajón de las pequeñas cosas,
en mi lado izquierdo,
en el sur recóndito de mis caderas,
en la cera donde navega el recuerdo cuando
[se acaban las velas,
de aquella noche que estabas conmigo,
cuando yo te preguntaba, como pidiéndote:
[“¿te quedas?”.

Qué despedida más triste la que nunca esperas.
La cínica que se regodea en mi soberbia de
[pensar que tú y yo siempre estaríamos aquí.

La que viene a dejarnos claro que nunca podremos
[separarnos,
que un amor como el nuestro no tiene fechas,
ni vencimientos,
y, aún así, no tiene espacio.

Voy a sentarme a olvidarte,
pero no todo;
sólo la parte donde me decías que querías
[un mundo a mi lado;
donde me sobraban los brazos y los labios
[para llevarte a donde nadie nunca te había
[llevado.

Lo demás, puedo soportarlo.

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