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A lo largo de su sexenio, el Presidente de la República ha subrayado en varias ocasiones que la libertad en su Gobierno será completa, con respeto al derecho a disentir, a la crítica que no habrá censura. Hace dos semanas, en Monterrey, reiteró que su compromiso sigue siendo atender, escuchar y respetar a todos: “garantizando el derecho a disentir”. De hecho, él frecuentemente disiente de las críticas con el argumento del derecho de réplica.

La RAE dice que disentir es “no ajustarse al sentir o parecer de alguien”, es discrepar o no estar de acuerdo con algo. En este sentido, los artículos de opinión o las columnas periodísticas llevan ese sello distintivo del disenso; por lo general (pero no necesariamente), con argumentos sólidos y contexto, al difundirse un acontecimiento o logro por parte de los políticos para ensalzar su imagen. Incluso en las fuerzas armadas se puede disentir “con el debido respeto”, o solicitar una “respetuosa aclaración”, es decir, siguiendo los códigos castrenses se puede hacer cambiar una orden o consigna.

Sin embargo, debemos tener la capacidad de disentir en un tono de respeto. Así deberá ser en los próximos días cuando los analistas políticos o la gente común disienta de las cifras y los logros de los que habló el Ejecutivo Federal en su IV Informe, porque seguramente no todos estarán de acuerdo con el avance en varios rubros, como educación y salud y seguridad, o los polémicos proyectos como el tren maya, la refinería de Dos Bocas, el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles o el pase de la Guardia Nacional a la Sedena.

No hay nada inusual en esto, así ha sido siempre. Los medios rara vez aplauden –no tendrían por qué– las acciones de los gobernantes en turno, antes bien, cuestionantodo: presupuestos, programas de Gobierno, las relaciones internacionales, avances en los campos cultural, social y económico (inflación, PIB, inversiones) y un tema toral actual es la inseguridad que golpea al país. Sin embargo, estas críticas son voces que claman en el desierto.

Respecto al disenso, en nuestra colaboración de hace dos semanas, “Los doctores de barrio”, sobre los consultorios anexos a las farmacias (https://bit.ly/3AEXc2K), recibimos comentarios que disentían de nuestra defensa, la descalificaban y ponderaban el deseo del Dr. Hugo López-Gatell de desaparecerlas. Bueno, pues esta semana el Presidente pidió que estos establecimientos no sean cancelados, más aún, llamó a mejorar el sistema de salud pública, un reconocimiento del desafío que enfrenta en este tema, tanto que incluso se anunció que el IMSS-Bienestar absorbería al malogrado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi).

Ya se ha dicho que vivir en una democracia implica aceptar y cumplir ciertas reglas para una convivencia armónica de la sociedad, lo cual empieza por el núcleo familiar. La primera es aprender a disentir, sin que esta actitud nos lleve a enfrentamientos generalmente estériles o que culminen en tragedia, porque disentir no es una agresión a la persona, sino un simple punto de vista diferente.

Anexo “1”

Opinar distinto

Sobre la importancia del derecho a disentir, comparto un par dereflexiones de Margarita Ducci, directora ejecutiva de Pacto Global Chile de la Organización de Naciones Unidas, escritas hace más de dos años, que inicia con la frase “Deja que los demás den una opinión, pero jamás renuncies a la tuya”, que hoy cobra más sentido que nunca:

“Opinar con libertad y decir lo que se piensa, por supuesto con respeto, no es agresión, ni menos una guerra. Lo cierto es que se sienten agredidos, los intolerantes, los intransigentes, en definitiva, quienes tienen problemas de argumentación, y no están dispuestos a aceptar la diferencia.

“Todos tenemos visiones personales que nos ha forjado nuestra propia historia, podemos ser un aporte con nuestras opiniones, pero hay que tener en cuenta que también existe la posibilidad de estar equivocados. Ya sea lo uno o lo otro, que ello no coarte nuestro derecho a opinar y que a nadie convenzan a pedir perdón, solo por opinar distinto”.

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