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Las fechas simbólicas enmarcan todo un contexto que está en constante cambio y renovación; hablar de septiembre suele dirigirnos a la identidad mexicana y todo lo que ésta conlleva. También nos abre una oportunidad para pensar en lo que ha construido esta noción de patria desde otras aristas como lo es la literatura. ¿Qué leemos o cómo leemos México? ¿Qué se escribe? ¿Hacia dónde van las plumas de los escritores nacionales? Porque también se abre el panorama sobre los temas, las perspectivas o los tratamientos que se imprimen entre las páginas.

Podemos retratar las costumbres y palparlas con nuestras lecturas, así como se trata la crudeza de la violencia o los temas incómodos como el poder del narcotráfico, los crímenes sin resolver, el día a día de una adversidad casi normalizada. Lo cierto es que la diversidad de aristas nos da cuenta de una amplia posibilidad de lectura, incluso de un mismo libro, pero con diferentes puntos de interpretación y apropiación. La forma en que asimilamos obras escritas por autores y autoras mexicanas nos hace no centrarnos siempre en si quien escribe tiene esta nacionalidad, de origen o por decisión.

Seguimos leyendo a Juan Rulfo y a Rosario Castellanos, pensando en la idiosincrasia mexicana desde Octavio Paz o Carlos Fuentes, avanzando en la forma de retratar el arte desde las plumas de Cristina Rivera Garza, Fernanda Melchor, Juan Villoro, Carmen Boullosa, Élmer Mendoza normalizadao Valeria Luiselli: la lista es larga. Tenemos una serie de ventanas por abrir y observar desde cada una de ellas lo que las autorías nacionales tienen para nosotros, sus lectores. Muchas veces no anteponemos una nacionalidad para optar por leer o no alguna obra, sin embargo, resulta un excelente pretexto para acercarnos y leernos desde el aquí, desde un punto compartido; no toda la literatura mexicana habla necesariamente de México, pero sí transcribe las ideas de quien desde aquí crea y en varios momentos nos vemos reflejados en esos espacios.

No es precisamente un reto lector, pero ¿qué ha sido lo último que hemos leído que haya surgido de nuestro país? O ¿Qué nos ha significado más? En mi caso lo último leído fue una antología de minificción mexicana, curiosa coincidencia, en donde el juego y la narrativa lúdica se hace presente con líneas y dobles sentidos muy propios a la picardía nacional. Y de los que más han significado, si bien no es el único y pueda sonar cliché, está “Aura”, de Carlos Fuentes, quizá por leerlo a temprana edad o por el tejido sutil que se desbordad en dicha obra. Al final, no importa si nos apasiona el Caribe hecho literatura, creaciones de otras regiones del mundo o las nuevas manifestaciones literarias, es un hecho que las letras mexicanas tienen una base muy sólida y se encuentra en un momento de alta producción, de nuevas ideas, de obras en diferentes géneros que mantienen nuestra identidad más allá de lo patriótico que esto puede sonar.

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