Primero los médicos de casa

Daniel Uicab Alonzo: Primero los médicos de casa.

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El próximo primero de junio se conmemora la Nacionalización de la Marina. El Presidente encabezará la ceremonia junto a mandos navales, donde se recordará que este hecho histórico se originó porque el 1 de junio de 1917 zarpó de Veracruz por primera vez un buque mercante mexicano, el vapor “Tabasco”, con el total de la tripulación compuesta por mexicanos de nacimiento, en cumplimiento del artículo 32 de la Constitución promulgada el 5 de febrero de ese mismo año, que además establece que “los mexicanos serán preferidos a los extranjeros en igualdad de circunstancias, para toda clase de concesiones y para todos los empleos (...)”.

En este contexto se enmarca la inconformidad de médicos mexicanos al anunció del Ejecutivo de que se contratará a más de 500 galenos cubanos para prestar sus servicios en México, cuando hay cientos o miles de profesionistas de la medicina en nuestro país que carecen de empleo fijo o están subempleados, como en consultorios anexos a farmacias.

Y es paradójico también que carezcan de una fuente segura de ingresos, porque recientemente el director del IMSS, Zoé Robledo, informó que hacen falta 33 mil trabajadores de la salud, entre médicos, enfermeros y paramédicos, para fortalecer el sistema sanitario, que se ha ampliado a grupos más vulnerables en varias entidades. También reconoció que hace falta infraestructura, equipo, medicinas, etc.

El Ejecutivo justificó su decisión al afirmar que “no tenemos los médicos que necesitamos en el país (…) que hay “un déficit de especialistas, podemos tener hospitales, pero no tenemos pediatras, y más si se trata de ir a trabajar a hospitales en zonas pobres”. Ante esta situación, los especialistas cubanos serían los que cubrirían estas vacantes. Y surgieron las voces inconformes que señalan que los profesionistas de la isla son espías, que viene a transmitir su doctrina, que son mal pagados y que muchos aprovechan para quedarse en el país.

La respuesta de asociaciones y federaciones de médicos no se hizo esperar y manifestaron su “enérgica protesta” al considerar la acción como un agravio, pues aseguran que hay profesionales de la salud en el país con capacidad avalada por las universidades, formados en el pleno conocimiento de las necesidades e idiosincrasia de la población y que se encuentran desempleados o trabajando con salarios “muy bajos o en zonas de inseguridad extrema”.

El justo reclamo no tiene, como se pretende hacer creer, visos de xenofobia, sino la más elemental lógica de primero atender las necesidades de casa. Tan simple como el que un padre procure primero el bienestar de su familia para luego tender la mano a otras personas. En este caso, los médicos (y demás personal de salud) que estuvieron en la primera línea de batalla en el punto más álgido de la pandemia de Covid-19 en el país, se sienten traicionados por el Gobierno al verse relegados, no preferidos a los extranjeros, como refiere el 32 constitucional.

Hay muchas universidades de prestigio en el país de cuyas facultades de medicina egresan excelentes profesionistas, no hace falta importarlos.

Anexo “1”

Los médicos de la Marina

Antes de que la Armada contara con su Escuela Médico Naval, creada en 1988, las dependencias en tierra contrataban a egresados de varias universidades. En los buques, generalmente eran pasantes de medicina que cumplían su servicio social recibiendo un sueldo como oficiales (primeros maestres). Conocimos algunos que atendían desde una gripe, hacían circuncisiones y hasta cirugías de urgencia. Cito un ejemplo.

Nuestro guardacostas cumplía una orden de operaciones más en aguas del Pacífico. La navegación habitual era de cuando menos un mes, tocando algunos puertos del Mar de Cortés, ovigilando Isla Tiburón, Sonora, la más grande de México. Un día nos enteramos que un joven teniente de corbeta (hoy almirante en retiro), que era oficial de faenas, fue confinado en su camarote. Los alimentos se le dejaban en la puerta por un camarero designado exclusivamente para atenderlo, lavarle la ropa de cama y sus uniformes. Lo dejamos de ver un par de semanas, hasta que arribamos a puerto, entonces supimos que contrajo hepatitis y por seguridad de los casi cien elementos de tripulación, el médico a bordo lo puso en “cuarentena”. Nadie resultó contagiado en el barco.

Fue otro acierto de un joven médico egresado del Instituto Politécnico Nacional, el mismo que, en otra ocasión, reimplantó un dedo a un condestable que se accidentó durante una maniobra nocturna de atraque en el muelle de Guaymas. El joven doctor Santiago, de trato cordial y amable, siempre tuvo al cien por ciento la Sección Sanitaria. Cumplido su año de servicios desembarcó hacia nuevos horizontes. Quiero imaginar que ejerciendo exitosamente su profesión.

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