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Antes de cumplir sus primeros 100 días, apremiado tal vez por su intención de dar la nota, por continuar definiendo la agenda pública, el nuevo régimen apresura informes optimistas sobre los resultados de su gestión de poco más de 2 meses, entre los que destaca un ahorro de 75 mil millones de pesos, 40 mmp como resultado de su combate al robo de combustible y 35 mmp por una cuestión fiscal-judicial.

Obligando a los críticos a sacar rápidamente sus cuentas de lo que, en su perspectiva, se ha ido perdiendo por el accionar gubernamental, lo que los lleva a sumar a los 17 mmp del costo del estrangulamiento ferrocarrilero de la CNTE, otro tanto más de las pérdidas ocasionadas por los “problemas en la distribución” de los hidrocarburos, sumándole otra cantidad consecuente del paro de las maquiladoras en tierra de Rigo Tovar…

No obstante, antes de discutir sobre la inconsistencia de los datos de ambas partes, por ejemplo: que el ahorro de AMLO se calculó por un año; que los del affaire de la CNTE se quedan cortos; antes, insisto, de dejarnos llevar por esta vorágine de cifras, me parece oportuno reflexionar sobre dos cosas que pueden justificar la razón por la que la gran mayoría de la gente solo aspira a volver a la normalidad.

Y la primera de ellas tiene que ver con el lapso, porque no resulta casual que el intervalo mínimo en que los gobiernos se comprometan a mostrar sus primeros resultados es de 100 días; la segunda tiene que ver con el método de comunicación, pues no todo lo que hace el gobierno, el Ejecutivo, debe ser difundido, de la misma manera como el gobernante debe decidir cuál es su prioridad para atenderla.

Los 100 días, más allá de la simbología del número en el sistema decimal, además de superar el lapso mínimo de la curva de aprendizaje, representan entre otras cosas el límite inferior para que los planes puedan cuajar; por otra parte, el gobernante puede realizar infinidad de actividades y acciones para que su régimen salga adelante y no por ello debe darlas todas a conocer, ni recibir reconocimiento; unas pueden calificarse de rutinarias y otras de excepcionales. Dar a conocer las unas o las otras depende de la estrategia.

Por ejemplo: aunque es bien vista la colaboración entre los poderes, muchos no aprobarán que se difunda que gracias a una llamada a la SCJN se ahorró el gobierno 35 mmp, porque puede poner en duda la independencia de los poderes. Otros pueden pensar que el llamado a la sensatez que se hizo a la CNTE hubiera sido más efectivo realizándolo de manera discreta, pues son aliados.
A todos les gusta un gobierno humanista que no caiga en los excesos de la represión, no obstante la sociedad le otorga al gobierno el poder para que el derrotero social se mantenga dentro de la normalidad, sin exabruptos.

No hay que dudar en utilizar las ventajas de la operación política.

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