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A don Martiniano, acogido entre flores

Lejos de nosotros y de esta geografía que nos acoge, existen países donde al partir se recurre a la poesía como el elemento que guiará el alma hacia cielos indescriptibles. Los cuerpos, preparados en ajuares preciosos creados en un tiempo perfecto, deben estar listos y llevar lo necesario para lo que les espera después del cruce; ese momento tan delicado en el que pierden para ganar.

Si desean habitar en esa eternidad indolora, deberán llegar limpios y con los zapatos adecuados. Es importante también, algún tipo de grano para alimentarse durante el viaje y mantener vivos los últimos rastros de un incienso que los ayude a dejar los olores de la tierra para acostumbrarse a los del aire infinito. Por último, necesitarán las palabras adecuadas para abrir el cielo hacia ellos. Los poemas, en este caso, servirán para espantar a los malos espíritus que los ronden y asegurarán una bienvenida placentera. Es un ejercicio perfecto, pensémoslo. ¿Quién no querría que su carta de presentación en el más allá sean los poemas que fueron escritos por los suyos?

Taira no Tadanori, en un poema escrito a propósito del último respiro y aludiendo a su naturaleza guerrera, dejó en versos preciosos la idea de lo inesperados que resultan los momentos finales. “Sorprendido por la oscuridad me refugiaré bajo las ramas de un árbol. Sólo las flores me acogen esta noche”.

¿Cuál es nuestro refugio final? Las flores bien podrían ser personas. Esas personas a las que usted, don Martiniano, brindó su amistad y su paciencia, sus ojos y su pluma. Ahora nos toca escribirle, esperando que los poemas que hoy enviamos acompañen su alma y la presenten con el respeto que usted siempre tuvo hacia sus colegas y hacia todo lo que nos salió desde muy dentro en un intento por hacernos presentes. Usted fue la hoja, y nosotros la habitamos.

Si le escribiera, en un último correo dejaría mis mejores palabras para seguir compartiendo mis impresiones del clima y de lo que acontece, al mismo tiempo que esperaría su ingenio vuelto respuesta para comentar la prisa que llevan los meses actuales: “algo le pasa al tiempo que se nos escurre y esconde”. Usted me dijo que la mejor forma para detenerlo es con la escritura.

Le despido entre los recuerdos agradecidos de una primera reunión cuando le dijo sí a mi pluma, y con los poemas más sinceros que con suerte le ayuden a llegar a su destino lejos de la obscuridad, acogido entre flores.

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