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Los beneficios del plástico son innegables. Es barato, liviano, duradero y fácil de hacer. Se puede usar de mil formas distintas. Nuestra comida se mantiene fresca por más tiempo gracias al plástico y la medicina moderna no existiría sin él. Pero las propiedades que hicieron del plástico un producto revolucionario han propiciado un ciclo de producción irresponsable y un consumo y desperdicio excesivos. Cada año descargamos en los océanos alrededor de 13 millones de toneladas de plástico, incluidas micropartículas que entran en la cadena alimenticia, y afectan la salud de los seres vivos.

Las proyecciones actuales muestran que la producción mundial de plástico se disparará a la asombrosa cifra de 619 millones de toneladas en 2030. En América Latina y el Caribe, los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil han entendido la urgencia de reconsiderar la manera en que producimos, usamos y gestionamos el plástico. Antigua y Barbuda fue el primer país del continente en prohibir las bolsas plásticas en 2016. Poco después, Colombia dictó una prohibición similar y en 2017 aplicó un impuesto a las bolsas grandes de plástico que ha permitido reducir el consumo 35% y recaudar 3.6 millones de dólares en el primer año.

Ahora, en Yucatán se están tomando medidas para enfrentar la creciente marea de plásticos y el Congreso del Estado recibió en fecha reciente una iniciativa del gobernador Mauricio Vila que plantea la eliminación paulatina de bolsas plásticas de un solo uso y la propuesta de transitar al empleo de bolsas biodegradables, así como la eliminación de los popotes plásticos; esta medida tiene como meta un periodo de 18 meses y se prevé la creación de nuevos patrones de conducta y de consumo.

Luchar contra la contaminación por plásticos nos ayudará a preservar nuestros ecosistemas, mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad y por ende nuestra salud. Una de las iniciativas más recientes para sustituir el plástico en el mundo ha venido de una empresa cervecera artesanal de Florida, Estados Unidos, que ha creado unas anillas biodegradables para transportación de los “packs” de seis latas de cerveza. Para la elaboración de estas anillas se han utilizado residuos de trigo y cebada procedentes de la producción de cerveza y además de ser biodegradables son comestibles. De este modo se evitará el grave impacto que provocan las anillas de plástico sobre la vida marina, ya que son las causantes de mutilaciones, estrangulamientos, malformaciones y muertes de animales marinos.

Se calcula que en el planeta 5,700 millones de toneladas de residuos plásticos no pasan por una planta de reciclaje, una cantidad demasiado elevada si consideramos que cada año van a parar al mar unos 8 millones de toneladas de estos desperdicios. Y esto es solo la punta del iceberg.

Esperamos que se multipliquen las iniciativas para encontrar alternativas al plástico y evitar que se cumplan las estimaciones realizadas por varias fundaciones que afirman que para 2050 habrá en el océano más plástico que peces. ¡Es momento de actuar y no cruzarnos de brazos!

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