Un prolongado noviazgo
Columna de Roberto Díaz y Díaz: Un prolongado noviazgo
“Sólo desde el amor es bella la vida, sólo desde el amor sé que vivo”. Esta frase de T. Korner quiero hacerla mía para definir mi vida matrimonial.
Estamos mi pareja y un servidor cumpliendo 50 años de matrimonio, mejor dicho de noviazgo. Pues cuando la esposa deja de ser novia, y la empezamos a ver como “algo” de rutina, el amor empieza a caer en decadencia.
El amor en el matrimonio es como una planta, hay que regarla día a día con ilusiones, afecto, apapachos, diálogo, respeto y mucha dosis de perdón. Porque de lo contrario, esa planta empieza a morir.
En nuestro aniversario de diez lustros, en el cual hemos mantenido una “lucha diaria por ser felices”, porque eso es el matrimonio, despertar cada día junto a tu pareja, y estar pendiente de ver sus cualidades y no sólo sus defectos.
Es convivir en el matrimonio, y no estar casados a medias, pues cuando sólo se encuentran los cuerpos y no las almas, es cuando se va renunciando a la conversación amistosa e íntima, con el pretexto de que “no tenemos tiempo” y... ¡se claudica en el amor! Hemos aprendido en estos cincuenta años que cuando pasan los días, los meses y los años, la pareja se mira de reojo y empieza a evitar tratar ciertos asuntos a fondo, y es cuando empiezan a surgir malentendidos, susceptibilidades y prejuicios. Y viene la tentación típica: “Para no chocar, lomejor será no hablar”.
Y se cae en el aislamiento y en la soledad, viviendo divorciados emocionalmente. Es cuando se debe de hablar de lo que no queremos hablar, es cuando se deben de tomar unos días en pareja, para volver a convivir como novios, y hacer que nazca el amor, el cual se va deteriorando poco a poco sin darnos cuenta. “La rutina al matrimonio lo arruina”.
Nos hemos dado cuenta que en estos 50 años no se acaba el amor, sino lo que se acaba es… ¡la paciencia! Pero con una buena dosis de dialogo, prudencia y perdón, hemos logrado salir adelante. ¿Que hemos tenido diferencias y problemas?
¡Claro que las hemos tenido! Pero con mucho diálogo, respeto y amor, hemos avanzado victoriosos. Cuando no se dicen las cosas y se elige la evasión en lugar de un encuentro, se van formando grietas, y éstas logran socavar el edificio conyugal.
Cuando aparecen el aburrimiento y la rutina, el hogar se vulgariza y se enfría. El amor es como la llama, la cual se extingue desde que cesa de aumentar. Bien dice Mme. Genlis: “En el matrimonio, el amor conserva su virtud, mientras la ilusión viva eternamente sobre el amor”.
Es motivo de dar gracias a Dios, pues sin su apoyo, fortaleza y estímulo, estos años hubieran sido largos y aburridos. Con la gracia de Dios, y el haberlo incluido en nuestro hogar, nuestro matrimonio ha sido un prolongado noviazgo.
Hoy mi esposa y yo, nos sentimos con un amor nuevo y joven, pues lo hemos rejuvenecido día a día. Quienes aman profundamente nunca envejecen. Podremos morir a una edad avanzada, pero moriremos jóvenes. Vamos en busca de más años, con la ayuda de Dios, y a tratar que él reine en nuestro hogar infundiendo su amor, con diálogo, respeto, comprensión y perdón. Seguiremos en lucha por ser felices, respetándonos y amándonos.
Pues quien ama vive de comprensión, de felicidad y de perdón.