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Algunas ocasiones fui “guerrillero”, otras, manifestante gritando consignas portando pancartas y azuzando a la gente; también me tocó ser parte de los “buenos” que resguardaban instalaciones para evitar vandalismo y que las cosas se salieran de control. Todo era parte del entrenamiento en la Marina para enfrentar una eventual situación contra grupos antagónicos, sin que privara el uso excesivo de la fuerza, como suele decirse ahora.

Ésa es la mínima capacitación que deben recibir los cuerpos de policía, y me preguntaba esto cuando se difundió la noticia de la represión de una protesta frente al palacio municipal de Cancún, con disparos al aire, que derivó en violencia contra los manifestantes, principalmente mujeres, que exigían justicia por el asesinato de Alexis, una joven de 20 años que desapareció un día y al siguiente fue encontrada muerta. Dos mandos policíacos y un funcionario del Ayuntamiento cesados fue el colofón, hasta ahora, de este hecho que puso reflectores a este polo turístico, que comenzaba a recuperarse de la parálisis a causa de la pandemia de coronavirus.

En aquel adiestramiento que comento, generalmente las cosas salían bien porque había dos componentes exclusivos de las fuerzas armadas: la disciplina y la supervisión. El primero es inherente a la vida castrense, un pilar de su organigrama vertical, y el segundo permite cumplir y hacer cumplir las órdenes. Una máxima entre los mandos militares dice que “orden dada y no supervisada, no sirve para nada”, lo cual aplica en cualquier ámbito.

En otras ocasiones hemos señalado que, en su mayoría, los policías no entienden que el ejercicio del mando va en paralelo a la subordinación, la obediencia y la disciplina. En los hechos del lunes, el gobernador dijo que había indicado al secretario de Seguridad Pública, Alberto Capella (uno de los cesados), que no hubiera violencia ni agresiones durante las protestas contra los feminicidios que se habían programado en diferentes municipios del Estado. Entonces, no se cumplió la orden.

Tener cuerpos policiales de excelencia, es decir, la profesionalización de los agentes, ha sido una preocupación constante de los tres niveles de gobierno; por ejemplo, en la estrategia de seguridad del sexenio pasado se planteó reestructurar las policías, desde las federales hasta las municipales, que trabajarían en coordinación con las fuerzas armadas para finalmente llegar al mando único, pero fracasó junto con la Gendarmería, que sería un modelo.

En este gobierno, en julio de 2019, el Consejo Nacional de Seguridad Pública aprobó el Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica, cuyo objetivo es fortalecer las capacidades de las policías municipales y estatales y la articulación efectiva entre dichos cuerpos con la Guardia Nacional y procuradurías o fiscalías; para fortalecer la investigación de los delitos, disminuir la incidencia delictiva, e incrementar la confianza de la población en instituciones de seguridad pública. Sin embargo, el presupuesto federal para 2021 recorta recursos del Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública (FASP). Así será más difícil lograrlo.

Anexo “1”

Feminicidios

Datos oficiales señalan que en México cada día son asesinadas 10 mujeres en promedio; el año pasado hubo más de mil feminicidios, los datos más elevados desde que hay registros, y según la Fiscalía de Quintana Roo, en lo que va de este año se han registrado una docena de feminicidios en ese Estado. En este escenario ocurrieron los lamentables hechos en Cancún, cuando unos dos mil manifestantes exigían justicia para Alexis, una joven de 20 años encontrada muerta con signos de tortura el pasado fin de semana.

Y en Yucatán, hasta octubre de este 2020 se han registrado 10 feminicidios, seis consumados y cuatro en grado de tentativa, de acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado. Sin embargo, es bien sabido que muchos crímenes contra mujeres no se tipifican así, con lo que se supone hay un subregistro de estos crímenes que, a pesar de las políticas públicas implementadas, se siguen cometiendo en México y en el mundo.

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