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En sociedades mediatizadas, los medios de comunicación son los principales actores de la batalla política. Las personas militan cada vez menos en estos institutos. Pero ojo, esto no quiere decir que no sigan recibiendo mensajes, ideas, valores cargados de ideología. Las nuevas generaciones militan en YouTube, Twitch y TikTok. ¿Es ahí donde se disputa el sentido común de época? Sí y no.

A lo largo de la historia, el desarrollo en las tecnologías de la información ha sacudido el panorama político en todo del mundo. El periódico y la radio fueron fundamentales para la organización de los partidos de masas. Con el auge de la televisión, las pautas de la publicidad, el marketing, la política fue convirtiéndose en un objeto de consumo más en el mercado.

¿La política puede seguir la lógica de consumo? ¿Cómo se construye un líder político? ¿Es necesario que los políticos bailen, canten, salten y hagan hasta el ridículo con tal de empatizar con la ciudadanía? ¿Necesita un político ser un influencer o convertir su vida privada en un reality show? Si eso funciona, ¿es ético como ideal de la política aristotélica?

Comunicar es importante, pero tomarse una foto no es comunicar. Mejorar la vida de los ciudadanos no te garantiza apoyos necesariamente. Un Gobierno puede llevar a cabo políticas públicas exitosas y después perder estrepitosamente las elecciones. Es importante que aquellas condiciones materiales que se ven mejoradas estén acompañadas de un relato orgánico que sea capaz de conectar con la gente a través de marcos narrativos: el héroe o heroína que sale de la aldea para salvar a su pueblo (lo hemos visto millones de veces en las películas).

Mucha gente piensa que la política es un mercado de demanda en el cual el éxito está garantizado para los que dicen lo que piensa la mayoría. Esto es un error, un verdadero caso de éxito en política es aquel que es capaz de dominar la agenda. Quien impone los temas del debate, gana el debate. En política hay que saber contar historias, ¿cuál es la tuya?

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