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En Estados Unidos existen muchas realidades detrás del sueño americano, ese gran camino hacia el éxito que parece obtenerse con sólo desearlo, con estirar la mano alcanzarás el dinero y la gloria, sin embargo detrás de ese mito existe un mundo de pesadilla para miles de trabajadores que están atrapados en un laberinto sin salida en donde las oportunidades están limitadas por el origen.

Esta es la premisa escondida detrás de la comedia de situación Superstore lanzada el 30 noviembre de 2015, creada por Justin Spitzer, que a través del humor nos hace replantearnos las ideas que tenemos sobre la sociedad norteamericana y conocer las trampas detrás del mito del progreso infinito. Esta serie trata sobre el día a día de los trabajadores de uno de los hipermercados Cloud 9, perteneciente a una gran cadena nacional.

Los protagonistas son un grupo de trabajadores (un desertor de la escuela de negocios, la adolescente embarazada, los latinos, asiáticos y un afroamericano en silla de ruedas) que representan cada uno una visión cínica y derrotada del mundo, sobreviviendo dentro de una rutina asfixiante. Nos muestran qué existe detrás de las franquicias que ofrecen un “ambiente familiar”, en donde nadie se conoce, aunque desarrollan un falso sentimiento de apego entre ellos, pese a ser trabajadores mal pagados y sin prestaciones laborales. Así, vemos al grupo de protagonistas soportar a sus desagradables clientes, las constantes y absurdas directrices que emite la oficina central (cambios imperceptibles en el color del logotipo o cambios de nombres de sus productos).

Con esas bases para mirarla, te resulta una comedia muy divertida por el humor negro que maneja casi en forma imperceptible, como la decisión de las tiendas departamentales de colocar a personas con alguna discapacidad en sus portadas lavando su conciencia. Además, los personajes están bien construidos, principalmente en su idea sobre que sólo estarán un tiempo ahí, pese a que muchos llevan 10 años en el mismo puesto y con el mismo sueldo.

Conocemos también lo cotidiano de la burocracia demencial, las reuniones de organización de las tareas del día, las interminables juntas sobre los casos de riesgo que nada más son para evitar que la empresa sea demandada, los días festivos como eventos de venta, también existen muchos cortes de segundos entre escenas donde vemos a los peores clientes (comen sin pagar botanas, se limpian con las toallas, niños rompiendo cosas, un maniaco decidiendo entre miles de cepillos cuál quita el sarro).

Lo más relevante es que tanto clientes como trabajadores tienen estas grandes cadenas comerciales como puntos vitales en sus días, ahí se vacunan contra las enfermedades, comen, pasean o se enamoran. La magia de la serie es que la risa nos hace olvidarnos que ahí todos caminan entre los pasillos sin oportunidades de ascender, quedándose sólo con ese sueño americano como aceite para mantenerse batallando cada día, ganando a veces la esperanza y, otras, la desidia.

 

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