Tristeza, un pleonasmo y dos horrores ortográficos
Felipe Escalante: Tristeza, un pleonasmo y dos horrores ortográficos
Esta columna está muy triste por la partida hacia las regiones celestiales del coordinador de El poder de la pluma, don Martiniano Alcocer Álvarez.
El mundo sigue su marcha y, como le hubiera gustado a ese periodista ejemplar, continuamos en la brega repartiendo tirahulazos.
ALCALDES MUNICIPALES. En la tercera página de un antiguo periódico local nos llama la atención una noticia: “En el Congreso del Estado una diputada sin partido denunció que alcaldes municipales con cuentas pendientes busquen reelegirse”. ¡Huy! ¿alcaldes municipales? Aquí hay un evidente pleonasmo. El Diccionario de la Lengua Española nos dice que alcalde es el presidente del Ayuntamiento de cada pueblo o término municipal. Es una autoridad encargada de ejecutar los acuerdos del ayuntamiento. A su vez, el Ayuntamiento es una corporación compuesta de un alcalde y varios concejales para la administración de los intereses de un municipio. De acuerdo con el lexicón, el alcalde es una autoridad municipal. Entonces, al decir “alcaldes municipales” se incurre en un vicio del lenguaje por utilizar palabras innecesarias. Con decir “alcaldes” es suficiente. Provista de buen guijarro la impaciente resortera salta a la palestra, un exitoso disparo, el gazapo cae a tierra y el morral recibe la primera pieza del día.
ZAPATOS EN PIEL Y SUELA COCIDA. Desde la bella e industriosa ciudad de León, Guanajuato, una fábrica de zapatos utiliza las redes sociales para anunciar sus afamados productos: “Hechos a mano para cada cliente en piel de res y suela cocida de vaqueta”. En una sola línea esa promoción tiene dos dislates: la preposición “en” indica en qué lugar, tiempo o modo se realiza lo que significan los verbos a que se refiere. Obvio es que el calzado no se elabora en el lugar, el tiempo o el modo de la piel de res. Debe decirse que los zapatos se fabrican con piel de res; la preposición, “con”, quiere decir el medio, modo o instrumento que sirve para hacer una cosa.
Ahora pasemos a la suela cocida. Este participio pasivo del verbo “cocer” nos dice que la suela de esos zapatos ha sido sometida a un tratamiento para dejarla en disposición de poderse comer, la han cocinado, pues. Pero, no, no es así. Estamos en presencia de una grave falta de ortografía que cambia el significado de la oración. De acuerdo con el DLE, lo correcto es que la suela ha sido cosida, del verbo coser: “Unir con hilo, generalmente enhebrado en la aguja, dos o más pedazos de tela, cuero u otra materia”. La resortera de dos cañones hace su aparición; sendas pedradas a esos gazapos surten sus efectos y el sabucán queda completamente lleno.
Hasta el próximo tirahulazo.