Una anfibología, la orden y el orden

Felipe Escalante: Una anfibología, la orden y el orden

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CABILDEO INÚTIL. El diario de casa informa que el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, pidió a ministros de la Suprema Corte de Justicia no echar hacia atrás vínculo con la Guardia Nacional. El “cabecero” de esa noticia le puso como título “Cabildea el titular de la Segob ante la Corte a favor de la Sedena”.

Pues, si la Corte estaba a favor de la Sedena, el cabildeo era innecesario. Estamos en presencia de una anfibología. Lo correcto hubiera sido decir “Ante la Corte el titular de la Segob cabildea a favor de la Sedena”.

El tirahule hace su aparición y envía un fuerte disparo, el impacto del pedrusco manda a tierra el gazapo y la primera (no la primer, como dicen algunos ignaros) pieza de hoy reposa en la talega.

ASAMBLEA SEGÚN LA ORDEN. En páginas interiores de un diario local una sociedad cooperativa de responsabilidad limitada convocó a sus socios a la asamblea general extraordinaria “que se llevará al cabo de acuerdo con la siguiente orden”.

No es lo mismo la orden del día, que el orden del día. A los socios de esa cooperativa no les han ordenado nada. La sociedad mencionada debió decir que su asamblea se verificaría según el orden del día.

Juan Domingo Argüelles nos dice: “El orden del día es la lista de asuntos que se tratarán en una reunión, asamblea o consejo. En tanto que la orden es la consigna que se da diariamente a una guarnición militar o un agrupamiento de gendarmería”.

Nueva intervención de la resortera, un grueso guijarro hace diana en el ejemplar, cae a tierra el gazapo y lo guardamos en el morral.

VIOLENTO ASALTO. La prensa diaria nos trae la inquietante noticia de un robo con violencia de motores, celulares y carga de combustible, cometido en el mar de Progreso. El título dice así: “Violento asalto en alta mar”.

En ese encabezado hay una repetición de conceptos, pues, el delito de asalto se caracteriza precisamente por su violencia: “abordar a una o más personas de manera violenta para apropiarse de sus bienes”. Para eliminar el exceso de palabras basta con decir: “Asalto en alta mar”, y todos contentos.

La honda termina su trabajo con una “violenta” pedrada al pleonasmo, el ejemplar queda inerte, lo depositamos en el sabucán y concluimos nuestra excursión de caza.
Hasta el próximo tirahulazo.

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