Yucatán ofrece al mal tiempo buena... preparación
Tras las devastadoras experiencias de los huracanes “Gilberto” (1988) e “Isidore” (2002), el Estado ha cambiado su forma de enfrentar estos fenómenos
MÉRIDA, Yucatán.- Tras del impacto del huracán más poderoso del siglo pasado en el Estado, las políticas y acciones de los gobiernos y las autoridades sufrieron cambios, y así después de “Gilberto” (septiembre de 1988), que alcanzó la máxima categoría, las carreteras costeras se construyeron con estructuras en determinadas zonas para permitir el paso del agua de mar y evitar que las destruyera.
La historia no fue diferente tras el paso de “Isidore” (septiembre de 2002), ya que inició un proyecto para reducir la conexión aérea y hacerla subterránea.
Como cada año, los especialistas predicen con base en datos el número de tormentas y ciclones de importancia que se pueden generar, y cada año el riesgo es mayor, de acuerdo con las condiciones climáticas y la temperatura del océano donde se forman y desplazan estos fenómenos, que suelen cobrar fuerza -y subir de nivel- mientras avanzan, aunque muchas veces las mismas condiciones los debilitan o desvían hasta que desaparecen.
Por su ubicación geográfica, que colinda con el océano Atlántico y mar Caribe, la Península de Yucatán se encuentra dentro de la posible trayectoria de tormentas tropicales o huracanes; sin embargo, desde hace casi 18 años -después de “Isidore”, casi una generación, los huracanes han “perdonado” la Península de Yucatán y en especial el territorio yucateco.
El seguimiento que se realiza hoy en día desde la posible formación de un fenómeno meteorológico inició en 1851, pero no fue sino hasta 1950 cuando se les empezó a designar con nombres de mujeres, hombres o de santos patronos, a aquellos que alcanzaban la categoría de huracán; a las tormentas tropicales se les ponían números.
La temporada más intensa del siglo pasado se registró en 1933 con la formación de 21 ciclones, de los cuales 11 fueron tormentas tropicales; ocho huracanes moderados; y dos huracanes intensos, afectando a la Península de Yucatán dos huracanes.
Sin embargo, la ocurrida en 2005 fue la considerada la más fuerte de la historia de la Península, pues ese año, “Emily” afectó al noreste de Yucatán y “Wilma” al norte de Quintana Roo.
Se estima que más del 98 por ciento de los ciclones se formaron en las cuencas del Golfo de México y mar Caribe, de junio a noviembre, durante al menos las últimos 50 años.
Uno de los fenómenos que fue, sin duda, un parteaguas en la historia de los huracanes en Yucatán fue “Gilberto”, el llamado “huracán del siglo” (XX) de categoría 5 en escala de Saffir Simpson, que nació en septiembre de 1988, y que causó grandes afectaciones tras su paso por el territorio yucateco.
“Isidore” en 2002 fue el huracán que causó los peores daños en la infraestructura de todos los niveles. El huracán “Dean”, registrado cinco años después, en 2007, fue el segundo de categoría 5 que afectó a la Península en menos de 20 años.
Tras los embates, a los que ha “sobrevivido” la Península y sus generaciones, en la actualidad la cultura de la prevención y de protección civil está inmersa en casi todos los yucatecos y peninsulares, aunque en la última década, miles de personas de otras partes del país han decidido radicar en Yucatán, quienes aún no conocen la “furia” de un huracán y la devastación que deja a su paso.
Hoy, Yucatán cuenta con una Coordinación Estatal de Protección Civil (Procivy), así como con direcciones municipales en todo el territorio, un Atlas de Riesgo de Peligros Naturales, un Centro Estatal de Monitoreo y Alertamiento (CEMA), un Consejo Estatal de Emergencias y una red de refugios temporales para la atención a la población.
De igual modo, se establece trabajo coordinado y permanente con el Comité Institucional para la Atención de Fenómenos Meteorológicos Extremos (Ciafeme) de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), con observatorios meteorológicos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y con las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena) y de Marina (Semar).
Este año, el pronóstico para la temporada de ciclones tropicales 2020 para el Océano Atlántico se prevé sea muy activa y por encima de lo normal, con 16 ciclones tropicales con nombre, de los cuales, ocho pueden ser tormentas tropicales, cuatro huracanes moderados de categoría 1 y 2 y cuatro huracanes intenso de categoría 3, 4 y 5 en escala Saffir-Simpson.
A pesar de que la temporada inició el 1 de junio, dos tormentas “Arthur” y “Bertha” se formaron en mayo en el océano Atlántico, lo que anticipó un inicio muy activo. La etapa crítica de la temporada, según los registros históricos, se da en septiembre.
Pronóstico 2020
El pronóstico del Centro de Predicción Climática (CPC, por sus siglas en inglés), de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA), para el océano Atlántico prevé que serán 16 tormentas tropicales con nombre, incluidos ocho huracanes.
El informe, emitido por los investigadores Philip Klotzbach, Michael M. Bell y Jhordanne Jones, contempla ocho tormentas tropicales, cuatro huracanes categoría I y II de la escala Saffir-Simpson y cuatro huracanes de intensidad III, IV y V.
El año pasado, el pronóstico fue de 14, de los cuales seis eran tormentas tropicales, cinco huracanes de categoría I y II y, tres huracanes de intensidad III, IV y V.
La proyección señala una probabilidad del 60 por ciento con una temporada por encima de lo normal; de 30 por ciento, para una temporada casi normal y solo una probabilidad del 10 por ciento. por debajo de lo normal.