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Un fenómeno atribuible a lo paranormal es la prolongada buena racha de Rosario Ortiz Yeladaqui –desde ayer delegada de la Sedesol– en la pesca de posiciones políticas y burocráticas de altura, negadas para el resto de los mortales; vean lo ocurrido con el chetumaleño Pedro Flota Alcocer, quien en cuatro ocasiones lanzó su atarraya para intentar capturar la escurridiza alcaldía capitalina de Othón P. Blanco.

El episodio más inexplicable se desarrolló en el proceso local de 2002, cuando el gobernador priista Joaquín Hendricks Díaz sembró a Víctor Alcérreca Sánchez en primer lugar en la lista de candidatos a diputados plurinominales, con lo que era automático su pase al Congreso y a presidir la Gran Comisión.

Lo que era más cercano a lo imposible ocurrió en esa contienda: el PRI se impuso en los 15 distritos y el ingeniero Alcérreca se quedaba sin esa curul que tenía cercana a los labios con su irresistible aroma. El segundo acto no dejó de asombrarnos: Rosario Ortiz compitió en distrito ajeno, ganó en un cierre espectacular y fue designada Presidenta de la Gran Comisión.

Pero su reinado en la silla del bulevar Bahía no fue del todo placentera, ya que se le indigestó un “bloque legislativo” integrado por Jorge Polanco Zapata, Roberto Erales Jiménez (ambos de Convergencia), Rogelio Márquez Valdivia (PAN), Héctor Ortega Contreras (PRD) y Marisol Avila Lagos (PVEM).

Pero la presión más irritante llegó de su propia bancada, con el bloque incontrolable de “los malqueridos”, integrado por Carlos Gutiérrez García, Javier Díaz Carvajal y Javier Zetina González, con la desconfiable participación de Sergio López Villanueva.

A Rosario Ortiz se le complicó una misión que le encomendó el gobernador: imponer una Reforma al Poder Judicial destinada a debilitar a la Magistrada Presidente Lizbeth Loy Song Encalada para arrebatarle el poder que le heredó dejó su brillante antecesor Joaquín González Castro.

La bancada del PAN traicionó al bloque legislativo, posibilitando la Reforma que obsesionaba a Hendricks, quien al poco tiempo le entregó a Rosario Ortiz las llaves del PRI estatal, dejando la Presidencia de la Gran Comisión primero en manos del cozumeleño Javier Zetina González y después en poder del chetumaleño Javier Díaz Carvajal.

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