Una falta de respeto imperdonable

El Ayuntamiento capitalino se vio muy torpe ante la pérdida física del Cronista Vitalicio Ignacio Herrera Muñoz...

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El Ayuntamiento capitalino se vio muy torpe ante la pérdida física del Cronista Vitalicio Ignacio Herrera Muñoz, ya que fue muy insensible y descortés con los familiares de este hombre ejemplar que también mereció homenajes póstumos y algo no menos importante: la preservación de una tarea que nuestro querido profesor desempeñó batallando contra la cerrazón de mandos burocráticos tan pigmeos que respaldaron a regañadientes su proyecto, la mejor de las herencias para nuestra capital.

El profesor Ignacio Herrera falleció el 25 de enero pasado, y según su hijo Leopoldo Herrera Manzanilla “el día del funeral de mi padre el gobernador Carlos Joaquín González fue muy claro en el sentido de que había que hacerle un homenaje y gestionar que la Casa de la Crónica llevara su nombre, pero al presidente municipal Luis Torres Llanes y los regidores por lo que veo les interesa o apura más bien designar al sustituto de mi progenitor”.

“Es repudiable que el presidente municipal se haya comprometido a propuesta del gobernador a realizar un homenaje póstumo a mi padre. Entonces, ¿cómo es posible que antes se nombre cronista y cumpla su palabra el presidente municipal de celebrar un homenaje póstumo a mi señor padre?”.

Lanzada la convocatoria para nombrar Cronista, el alcalde Luis Torres dejó un mal sabor de boca no sólo a los familiares del Cronista Vitalicio, ya que el agravio alcanza a todos los chetumaleños que seguimos fascinados la pasión del profesor Ignacio Herrera por las transformaciones de nuestro lastimado Chetumal.

Incluso, por ser tan sorprendentemente grosero, el Ayuntamiento capitalino no tiene autoridad moral para coordinar la selección del sucesor de Ignacio Herrera. Pero ese contaminado proceso ya está en marcha y me cuentan que están desatadas las ambiciones por la enorme silla que dejó vacante este profesor periodista que incluso fue jefe de prensa del Ayuntamiento en el incompleto período de Diego Rojas Zapata, a partir de 1993.

El daño está hecho, y el Ayuntamiento dirá quién es el nuevo Cronista. Pero esta ofensa a Chetumal debe servir de lección al alcalde y a los regidores, incluidos mandos clave que tuvieron una desastrosa lectura del doloroso acontecimiento y reaccionaron con imperdonable torpeza.

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