Enrique Mena/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- Un convoy de militares y agentes aduanales frenaron el paso de un grupo cercano a los 200 manifestantes que llegaron a la recién habilitada aduana fronteriza en el puente Chactemal II, entre México y Belice.

"Somos un pueblo fantasma, no existimos para nuestras autoridades”.

En punto del mediodía, infantes, jóvenes, adultos y candidatos de Partido Acción Nacional (PAN) caminaron alrededor de dos kilómetros, desde el poblado de Subteniente López hasta la entrada del nuevo recinto fiscal, para solicitar la reapertura de la antigua aduana, ya que la actividad económica recayó recientemente al grado de calificar la localidad como "el nuevo pueblo fantasma del sur”.

Las ventas de los comerciantes del poblado han caído en un mínimo de 8 por ciento al día, y entre el 10 y 15 por ciento el fin de semana, ya que la totalidad de visitantes de la zona libre de Belice, provenientes de Yucatán, Veracruz, Distrito Federal, Campeche, Tabasco, Quintana Roo, e incluso de otros países del mundo, son desviados del paso por esta localidad hacia el nuevo cruce fronterizo.

En un acto inesperado, los comerciantes ubicados en el poblado bajaron cortinas de sus negocios y decidieron marchar desde Subteniente López y llegaron hasta la aduana fronteriza para impedir toda actividad.

Al unísono de “el pueblo, unido, jamás será vencido” recorrieron cientos de metros, pero al llegar al límite de la carretera federal, no pudieron atravesar la valla humana que los efectivos militares establecieron, todos ellos armados.

Sin cesar, exigían verbalmente a los agentes aduanales y militares la reactivación de la vía de salida del antiguo puente denominado Subteniente López, ya que desde dos meses atrás la entrada más no la salida de compradores a la zona libre de Belice se comenzó a dar por el antiguo puente, dando al traste con la ya de por sí precaria actividad comercial de la comunidad.

El administrador del recinto fiscal se negó a entablar el diálogo con los manifestantes, toda vez que el mismo personal militar argumentó que se encontraba en total indisposición en las oficinas del edificio.

Las familias gritaban a una sola voz: “somos un pueblo fantasma, no existimos para nuestras autoridades”.

En reiteradas ocasiones, desde que los marchistas llegaron pacíficamente al punto en que fue detenido su avance, expresaron que solamente quería hablar con el encargado del recinto fiscal, pero personal militar y aduanal exigieron no traspasar la línea imaginaria, de lo contrario reaccionarían a la amenaza de invasión como los protocolos lo estipulaban.