Cómo vender el sur (1/2)

De una charla de 15 minutos con Marisol Vanegas Pérez, secretaria de Turismo de Quintana Roo...

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De una charla de 15 minutos con Marisol Vanegas Pérez, secretaria de Turismo de Quintana Roo –que estaba con un pie en el estribo rumbo al Tianguis Turístico de México en Acapulco, que comenzó ayer–, obtuvimos la comprensión de unas claves que se nos habían escapado durante años de reflexionar y cuestionar sobre el tema. Esto puede cambiar todo y hacer lo que nunca se ha hecho, por mejores intenciones que hayamos tenido.

Pregunte usted a un chetumaleño, a un bacalarense o a un habitante de la zona maya qué piensa cuando las autoridades le dicen, como lo han hecho año tras año, gobierno tras gobierno, que por fin las actividades turísticas en esta parte de Quintana Roo detonarán con deslumbrante fulgor.

 –¡Ajá!–, le responderá el quintanarroense meridional o del centro, si acaso tiene el menor ánimo de contestar o si es de plano una persona muy educada y cortés.

La verdad es que lo que han hecho los gobiernos federal, estatal y locales por el desarrollo turístico al sur de Tulum no ha pasado de llevar un montoncito de folletos y encargarle a una edecán más aburrida que una madreperla que se los ofrezca con lánguida sonrisa a quienes por casualidad pasen por un apartado rincón del pabellón de Quintana Roo en alguna feria turística, lo que por supuesto tiene nulo efecto en el desarrollo de nuestra industria de la hospitalidad.

Sin embargo, quienes tenemos la dicha de vivir en este paraíso tenemos no sólo la sensación, sino la plena certeza de que estamos rodeados de maravillas dignas de ser vistas y disfrutadas por todo el mundo. Dejemos por un momento de pensar en que hemos padecido desdén por parte de las autoridades y supongamos, aunque sea sin conceder, que en verdad han tenido las mejores intenciones de detonar las actividades turísticas del centro-sur, que le han echado todas las ganas, pues. ¿Por qué las cosas no han funcionado, si tenemos tantas y tan espectaculares riquezas ecológicas como Costa Rica, iguales o mejores zonas arqueológicas que Belice, Guatemala o Yucatán y sitios de gran riqueza histórica y cultural, como lo mejor de lo mejor del mundo prehispánico-mesoamericano, colonial y de culturas ancestrales vivas.

Por un momento, también, hagamos a un lado la idea nada descabellada de que el impresionante éxito turístico de nuestros destinos de sol y playa del norte estatal, que están entre los mejores del mundo, brilla tanto que eclipsa la oferta de otra naturaleza que caracteriza a otras zonas y “roba” a otros menos glamorosos todo el mercado de viajeros de placer posible.

¿Qué sucede, entonces? Sería un blasfemo quien dijera que el centro y el sur de Quintana Roo no tienen nada valioso a los ojos del visitante, pues con nuestras riquezas nos topamos todos los días. Hay mucho que ver y disfrutar, cierto, ¡pero no tenemos nada que vender!

Ante la previsible elevación de la ceja y el fruncimiento de los labios del suriano lector en un rictus de ira, mejor nos explicamos. Naturaleza, paisajes, tesoros arqueológicos, históricos y culturales, sólo por mencionar algunos de los valores que poseemos, no están en condiciones de ser vendidos en los mercados turísticos porque no contamos con los valores como la conectividad, la infraestructura de hospedaje, la calidad de los servicios al turista, la capacitación de los trabajadores y un sinfín de valores agregados que conforman un producto turístico verdaderamente exitoso, esos con los que sí cuentan nuestros destinos de la zona norte. Tenemos los valores, pero no un producto comercializable. Los mayoristas en las ferias, que son los compradores, van ahí a hacer negocios, y hoy por hoy no somos negocio para ellos.

Sin embargo el panorama no es el de esperar a que pasen los años con los brazos cruzados. A pesar de nuestras limitaciones, podemos lograr una actividad turística considerable, rentable y potencializadora del desarrollo. La secretaria Vanegas sabe cómo hacerlo y en Acapulco ya lo está exponiendo. En la próxima entrega les platicaremos cómo. El plan es simple pero admirable.

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