Cerrando filas
Sin duda, con preocupación percibimos que el paciente va perdiendo confianza en su prestador de salud.
Sin duda, con preocupación percibimos que el paciente va perdiendo confianza en su prestador de salud. La imagen del médico en otras épocas lograba trascender más allá de lo material, alcanzando inclusive un nivel espiritual.
Esa “conexión integral” era casi una garantía de cura, para cualquier dolencia o enfermedad. Tristemente cada día escuchamos menos en la práctica cotidiana la tan conocida frase: ¡Solo con verlo doctor, me curo¡
Palabras que sin duda embalsaman y a la vez comprometen científica y emocionalmente al galeno.
Este fenómeno, con cara de cuestionable credibilidad, tiene factores reconocidos y así podemos dar cuenta de las deficiencias estructurales en nuestro sistema de salud, inequidad laboral con mayor demanda que oferta y una cultura del litigio que inteligentemente ve tierra fértil.
A la luz de un análisis serio maduro y no estigmatizado, nos preguntamos los porqués y encontramos dos grandes aristas. Por un lado, hay elementos médicos que van desde la falta de capacitación, actualización y/o experiencia -transitando por las disidencias de criterios diagnósticos-, hasta llegar al protagonismo, que sin importar la ética destruyen a su colega o institución con tal de ganar pacientes.
En el otro extremo, tenemos a los pacientes, que se automedican, ante la seducción y embeleso de “productos milagro”, presentadas por charlatanes vestidos de médicos y respaldadas por industrias de cuestionable ética, pero eso sí con mucho dinero; quienes manipulan la información científica que debiera corresponder solo a los facultativos certificados. Las complicaciones no se hacen esperar, obligando a buscar ansiosos la atención final.
Finalmente llegamos al punto de convergencia, donde por un lado el doliente reciente la falta de oportunidad o atención inmediata, y por el otro donde el médico se topa con el fantasma del reto impuesto por la urgencia, que exige de forma rápida y expedita recomponer un cuerpo enfermo.
El espacio de confluencia bajo estas circunstancias se torna tenso, obligando a la toma de decisiones precipitadas, con poca tranquilidad ante la presión y desesperación del enfermo o sus familiares. Además no en pocas ocasiones existe un tercer elemento que impacta las dos aristas mencionadas, me refiero a los medicamentos “de dudosa calidad”.
Como ven, el problema en cuanto a credibilidad, confianza y deficiencias durante la atención de nuestra salud, tiene múltiples aristas, por lo que corresponde a todos sumarnos y solucionarlo. Por un lado seguir teniendo un sector salud vigilante de la calidad de sus médicos e insumos proporcionados, pero con efectiva injerencia en los medios y redes; por el otro, seguir dando voz a los expertos certificados, que permitan dimensionar sin matices, los problemas y soluciones que orienten y sensibilicen a una sociedad madura y corresponsable de los imponderables que rodean alguna enfermedad