AMLO: ¿La cuarta transformación o una transformación de cuarta?

En este largo período de transición, Andrés Manuel López Obrador sigue cosechando enemigos antes de que asuma la Presidencia...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En este largo período de transición, Andrés Manuel López Obrador sigue cosechando enemigos antes de que asuma la Presidencia. El tiempo de construir lo ha dedicado en buena medida a destruir, al pelear con diferentes sectores.

Internamente la emprendió contra las Fuerzas Armadas y contra la burocracia, a los que acusó de violadores de los derechos humanos, corruptos y llenos de privilegios. Hacia fuera se ha confrontado notoriamente con empresarios y medios de comunicación.

No son todos, pero esta muestra permite ver hasta dónde está dispuesto a llegar para lograr lo que denomina la Cuarta Transformación. No tiene tiempo que perder, y a 40 días de asumir el poder está clara la ruptura. Al no ser aún presidente constitucional, la ruta la señala el Legislativo, donde las mayorías de Morena en la Cámara y el Senado avasallan a la oposición para apurar los cambios legales que necesita la Cuarta Transformación.

El Poder Legislativo, uno de los tres pilares del Estado mexicano, está sometido al presidente electo, quien los tiene subordinados, convertidos en obreros de la fábrica de leyes donde trabajan como autómatas parlamentarios. No hay espacio para la discusión ni para el cuestionamiento en las cámaras.

El aplastamiento a las minorías se da con sevicia política. La urgencia por servir al jefe político de una forma acrítica peligrosamente ha eliminado al Poder Legislativo como uno de sus pesos y contrapesos. Morena ha asumido parcialmente el poder, lo ha hecho durante unos días. A pesar de ello, ya tuvo salidas en falso; ha violado la Constitución Política, las leyes, los reglamentos y las prácticas parlamentarias…

En las cámaras abandonaron el papel de contrapeso del Ejecutivo y están hincados ante López Obrador. Ahí, en el intento de conculcar la Constitución, es donde está la resistencia de fondo más abierta. El Poder Judicial, otro de los tres pilares del Estado, escogió una ruta diferente a la de muchos actualmente: confrontar al presidente electo. Dentro del Poder Judicial están decididos a enfrentar el proceso de desinstitucionalización implícito en la Cuarta Transformación, y oponerse al proceso de destrucción de las instituciones como las conocemos.

Si acaso a alguien se le olvida, el cambio en el proyecto de López Obrador no es el reemplazo de cuadros únicamente, sino la transformación de instituciones, que no sean autónomas, de ahí los ataques al INE, al Tribunal Electoral, al Banco de México, o al INAI, a la Comisión Reguladora de Energía y a la Comisión Federal de Competencia Económica, entre otras; o bien que no estén bajo su control, como lo demuestran los esfuerzos por acotar y transformar al Poder Judicial.

El ataque al Poder Judicial siguió con una serie de iniciativas de Morena para que el Legislativo sea quien fije los plazos de las asignaciones de los jueces y magistrados, y no el Consejo de la Judicatura. En la cocina del presidente electo se encuentra también la desaparición de la Suprema Corte por un Tribunal Constitucional.

Los jueces y magistrados están en desacuerdo. Colectivamente están analizando estrategias para defender la independencia judicial. La separación de poderes no es algo nimio. La independencia del Poder Judicial es uno de los principios más importantes del Estado de derecho. Si López Obrador no comprende o no quiere ver el daño que le está empezando a hacer a su Presidencia antes de entrar en funciones, su equipo tiene que hacérselo notar. Debe detenerse en su afán de destruir el funcionamiento de una democracia para convertirse en un autócrata.

La caravana migrante... estafa de Trump

La caravana migrante nos pone de golpe frente a un espejo. Algunas ideas sobre nosotros mismos y nuestra condición de vecinos de Estados Unidos se tambalean. Las muestras de solidaridad al paso de la caravana, con el drama humano de sus hombres y mujeres desesperados, sus niños, sus viejos y sus enfermos, son reales y conmovedoras.

Como también son reales las expresiones de rechazo y miedo multiplicadas en redes sociales y recogidas en sondeos demoscópicos. Nadie es xenófobo... Hasta que se convence -o lo convencen- de que un extranjero amenaza su empleo y su seguridad.

Fuera de toda la parafernalia ideológica o conceptual, lo que ha hecho el contingente hondureño es invadir a nuestro país. Yo quisiera ver que cualquiera de nosotros pretendiese pasar en un filtro migratorio en cualquiera país, sin portar pasaporte y sin visa, a ver si podemos pasar, seríamos inmediatamente detenidos y deportados.

Al mismo tiempo, Donald Trump hace un gran show del tema de la caravana migrante, amenazando a Honduras y a Guatemala con retirarles los fondos de ayuda y amenazando a México con dar por terminado el nuevo TLCAN.

Casualmente sale el vicepresidente americano Mike Pence a decir que habló con el presidente de Honduras y que le dijo que la caravana fue organizada por militantes de la izquierda hondureña, en pleno proceso electoral allá en Honduras, y que la izquierda fue financiada por Venezuela.

“Que conveniente”, ¿no sería más bien que la CIA operó todo el numerito para ayudar a Trump y los republicanos para que ganen las elecciones intermedias que tendrán lugar en menos de 2 semanas? ¿Al final del día cuánto esfuerzo y dinero toma movilizar a menos de 10 mil individuos para que hagan una marcha, cuando la CIA ha derrocado gobiernos enteros? Mientras tanto, Peña Nieto y López Obrador le hacen el caldo gordo a Donald Trump... Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos...

Lo más leído

skeleton





skeleton