|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hacía mucho tiempo que mi emoción llegara casi al llanto, aunque confieso que si eche la  lagrimita. Venía caminando de la Fran Plaza u en la esquina de La Luna y Nichupté me encontré a un cilindrero. Estaba sonando La Vie en Rose y todo era magia para mí. Por supuesto me cruce al camellón donde estaba el señor y su ayudante, una muchacha gordita también con su uniforme color beige y su gorra café, le advirtió de mi presencia.

Y en cuanto saque mi celular para filmarlo y fotografiarlo se enfureció y se dio la vuelta para que no lo captara y me dijo gritando: ¡apague eso que lo tenemos prohibido por el sindicato! Lo cual me sorprendió y de inmediato guarde mi teléfono y me acerque a decirle que ellos una historia toral del país y demás, le di mi tarjeta y me aleje a escuchar su música y desde ese día todas las mañanas los escucho desde la casa de ustedes en el anonimato.

Me preocupa que estén bajo el yugo de un sindicato ¿imagínense? Y por otro lado que no podamos difundir su presencia a las nuevas generaciones. Recuerdo una Navidad en donde al escuchar a un cilindrero mi papá salió a la calle y regreso con él. Obvio después del concierto y un par de tlapehues se fue muy contento con cena abundante para llevar, una botella para el frío y por supuesto con una muy abundante propina de las que mi papá  acostumbraba a dar. Fue una Navidad en la que nos hizo feliz ese personaje ahora casi olvidado o desconocido para muchos.

Los cilindros u organillos, cuya música se escucha aún todos los días por las principales calles de la capital mexicana y que fueron traídos de Alemania a México en 1884, se niegan a morir, porque quienes los utilizan, llamados cilindreros, se encargan de darles mantenimiento y eso ha de ser un trabajo de magia por lo antiguo y por las refacciones ya inexistentes. Gracias a los cilindreros, han alegrado las calles de esta capital por más de 100 años, principalmente las del Centro Histórico.

Como recuerdo a la abuela cada vez que veía a un cilindrero me pedía que tomara de su bolso unas monedas para dárselas y me decía siempre. ¨Compañero de arte mi cielo¨. Les deseo a todos una muy Feliz Navidad y un 2018 lleno de abundancia y bendiciones. Nos vemos hasta el lunes 8 de enero. Hasta la próxima.

Lo más leído

skeleton





skeleton